No será la mayor pifia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador™, ni tampoco la más costosa. Ese triste lugar será ocupado por Pemex y la obsesión presidencial con el chapopote, quizá seguido por la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía o el Tren Maya. Pero el avión presidencial ocupará un sitio especial cuando se enlisten las ineptitudes de la administración 2018-2024.
El inquilino de Palacio logró que un símbolo de opulencia se transformara en una burla internacional sobre su persona y régimen. Un ejemplo destacado de "gobierno rico con pueblo pobre" mutó a representar al líder de México como pésimo promotor de espectáculos.
El Presidente que mandó lejos al avión para simbolizar que ya no existía posteriormente optó por traerlo de regreso para enardecer a las masas. López Obrador™ habría sido inmensamente feliz si Pueblo Bueno™ no se cansaba de hablar de ese ofensivo aparato con su lujoso baño y elegante ropa de cama, de denostar a Felipe Calderón por comprarlo y a Enrique Peña Nieto por usarlo. La molestia del tabasqueño era patente cuando en lugar de ello se hablaba, entre otros temas, de los miles de muertos por pandemia o violencia.
La rifa del no avión desenmascaró al titular del Ejecutivo como alguien ansioso de dar al Pueblo Bueno™ mucho circo, pero incapaz de proveer el pan. Ya en febrero, AMLO™ expresó que no quería que el tema de los feminicidios opacara su rifa. Esto antes del estallido de la pandemia que, aunque según dijo le vino como anilló al dedo, distrajo más la atención.
Pero el sorteo además confirmó el peculiar estilo de manejar la política pública, y el presupuesto, por parte del tabasqueño. Regresó el líder que ofrece la suerte como elemento que compensa la falta de dinero, el mismo que fundó la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, y estableció el sorteo como mecanismo de entrada. Así zanjó el incómodo problema de ofrecer un lugar a todos los posibles interesados: la suerte se encargaría de elegir, sin que nadie pudiese quejarse de no haber tenido una oportunidad.
Así, el que prometió para todos los mexicanos un sistema de salud tipo danés o sueco, se refugió de nuevo en el reparto, en este caso de los necesarísimos equipos médicos, por medio de otro sorteo. Meses de espera mientras llegaba el día de la rifa, en tanto México se convertía en el país con más muertos entre el personal sanitario. Fue una excelente cortina de humo para ocultar que el gobierno no estaba dispuesto a canalizar más recursos al sector salud; es que habría más dinero, sí, pero tras realizarse la rifa.
Pero Pueblo Bueno™ decepcionó al demagogo de Macuspana. En lugar de millones de personas comprando, peleándose, por un cachito, la venta resultó un fiasco. El Presidente torció brazos a empresarios y a sindicatos, pero fue insuficiente. Y entonces no quedó más que derrochar el escaso dinero público para evitar el ridículo. En una ironía peculiar, AMLO™ usó 500 millones del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado para comprar un millón de cachitos, esto es, uno de cada seis disponibles. En otras palabras, el gobierno adquirió la probabilidad de ganar alrededor de 17 premios, 340 millones, gastando una cifra muy superior.
Fue la penúltima ironía de la farsa sobre la aeronave: el gobierno comprándose boletos. La última llegó el 16 de septiembre: tras meses de mal espectáculo y magras ganancias, López Obrador™ despertó y el avión todavía estaba allí.