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El brutal retroceso con AMLO

AMLO está teniendo un éxito rotundo en esa vuelta al pasado, con todo el poder que, votando con el hígado, le confirieron millones.

Andrés Manuel López Obrador es un visionario del pasado, el eterno enamorado del México de su juventud. Era un país con mayor pobreza y marginación, cerrado a la globalización y firme integrante de lo que se llamaba Tercer Mundo. Pero el Presidente tiene otros datos, o recuerdos, que idealiza. Sueña con un México simple en que la gente no es pobre, sino que vive con sencillez y austeridad (que, obvio, no es lo mismo que pobre). No están esas tensiones que conlleva la vida moderna, sino una hermosa placidez.

Ese México de los recursos naturales, como agua y petróleo. El tabasqueño añora las corrientes del Grijalva y el chapopote de Cantarell. ¿Mercado eléctrico competitivo con energía solar y esos espantosos generadores de viento? Con lo simple que era tener una sola empresa que se encargaba de todo, un gigante en manos del benévolo Estado mexicano. Por eso AMLO destruye sin miramientos la infraestructura eléctrica que heredó, para que vuelva a dominar la Comisión Federal de Electricidad, esa empresa creada, como Pemex, por Lázaro Cárdenas.

AMLO está teniendo un éxito rotundo en esa vuelta al pasado, con todo el poder que, votando con el hígado, le confirieron millones. México es crecientemente un apestado para los inversionistas, este año ya expulsado de la lista que A.T. Kearney elabora sobre los 25 destinos más atractivos para esos dineros. Recursos que mejor irán, entre otras alternativas, a Brasil (que permanece en ese grupo). Quizá ningún presidente desde José López Portillo había adquirido tal fama de arbitrariedad con la empresa privada.

En 2020 millones se agregarán a los clasificados en pobreza o pobreza extrema. Como 'anillo al dedo' una pandemia para que el consumo de carne se convierta en un lujo en tantas mesas mexicanas. Algo que quizá le hubiera tomado el sexenio entero, en cuestión de meses. Hay que consolidar el logro, claro, pero ahí la lleva: en 2019 hubo una ligera contracción, y en 2020 será una severa recesión o hasta depresión. ¿El PIB per cápita? No importa, porque lo relevante será la felicidad del pueblo, y ya AMLO está diseñando una fórmula para medirla que deslumbrará al mundo. Quizá hasta escribirá otro best seller al respecto.

El retroceso en la infraestructura pública de apoyo a la población menos privilegiada será igualmente brutal. No son los caminos hechos a mano en Oaxaca que tanto enorgullecen al Presidente, es la destrucción del Seguro Popular y haber regresado la educación a los militantes de la CNTE. Es el haber dinamitado un andamiaje de compra de medicinas para ahorrar dinero, y sustituirlo con la discrecionalidad más absoluta, de paso matando hasta niños. El dinero mejor emplearlo en un tren turístico y una planta para refinar gasolina, asegurando la pérdida de miles de millones de pesos cada año.

Un IMSS digno de 1970 y un sistema público educativo a la par serán elementos que ayudarán a la población a permanecer en la pobreza, perdón, la sencillez y austeridad de la tortilla y los frijoles. No se trata de que los jóvenes se superen por medio de la educación, porque eso de la meritocracia es un invento neoliberal, sino de que reciban su beca Benito Juárez y agradezcan al Señor Presidente por su generosidad.

El cierre con broche de oro será el retroceso democrático. Morena, como el nuevo PRI, y sobre todo AMLO como el Tlatoani y Gran Elector del pueblo sabio. Un México que en 2024 en mucho recordará al de 1974, con un Presidente inmensamente satisfecho.

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