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La fantasía del gobierno impoluto

El titular del Ejecutivo ofrece a los ciudadanos una compleja fantasía de que su gobierno es incorrupto, pero no hay cambio real que ofrezca sustento a su discurso.

Es un tema constante durante las mañaneras. El presidente López Obrador también lo repite en discursos, igual lo escribe en Twitter: su persona es incorrupta, honesta, y por ende su gobierno lo es. Si suciedad queda, la limpiará apenas se entere. La deshonestidad ajena tendrá en su persona tolerancia cero. Dicha integridad hace la diferencia abismal entre la administración actual y las anteriores. En el ejercicio de los dineros públicos, Palacio Nacional es el Castillo de la Pureza. Se cansa ganso que su plumaje es blanco como la nieve, y que el pantano lo secó.

Esa certeza lleva a otras. El Presupuesto ahora sí rendirá. Porque lo que antes costaba 100 en realidad requería 50, pero funcionarios venales (que ya no están) se robaban la mitad. Por eso las calificadoras podrán hacer su trabajo sin que nadie les estorbe, pero (con todo respeto) deberían fijarse más que ya no hay corruptelas públicas.

Por ello la calificación crediticia de Pemex debería ser superior. Entre 2004 y 2018 se invirtieron 265 mil millones de dólares (unos 5.2 billones de pesos, una quinta parte del PIB de 2018) y la producción de hidrocarburos cayó 46 por ciento. Con una empresa impoluta será diferente. El presidente López Obrador ofrece invertir mucho menos (13-14 mil millones de dólares en 2019, monto que irá escalando), pero que la producción aumentará 50 por ciento en su sexenio. ¿Una refinería nueva? Mucho más barata y en tiempo récord.

La transformación del nuevo México Honesto (con mayúsculas) es milagrosa. Porque ocurrió en menos de 100 días. Queda podredumbre, pero es aquella que provocan otros, como los empresarios todavía acostumbrados a ese país en que imperaban neoliberalismo y venalidad. Por eso el presidente lanzó el reto ante el Consejo Coordinador Empresarial: acabar con la corrupción.

También milagrosa porque no ha habido cambios institucionales de fondo para combatir la putrefacción (de esos que toman años, incluso décadas). Lo reiteró AMLO durante su campaña, lo sigue repitiendo: la corrupción existe a nivel estatal porque lo permite el gobernador, a nivel nacional porque contaba con el discreto guiño presidencial. Ahora ese ojo cerrado se ha transformado en mirada limpia y vigilante. Por ello las asignaciones de obras públicas de envergadura pueden ser directas. Por la misma razón programas sociales pueden carecer de reglas de operación.

El titular del Ejecutivo ofrece a los ciudadanos, por ende, una compleja fantasía. Porque no hay cambio real que ofrezca sustento a su discurso. Al contrario: la fuerte rebaja salarial en el alto funcionariado es un incentivo (adicional a los ya existentes) a usar el cargo en provecho propio. Con el tiempo se descubrirán nuevas cloacas, emergerán como cada sexenio nuevos ricos inexplicables, una 'cuartaburguesía' como fue boliburguesía chavista. La narrativa de la honestidad no puede tener final feliz cuando no se ofrecen pasos para construirla más allá de las declaraciones de pureza.

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