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Un año de un gobierno que miente, roba y traiciona

Es improbable que muchos de los millones que votaron por el ahora Presidente lo hicieran deseando destruir a la imperfecta democracia mexicana.

Un año de un gobierno que miente, roba y traiciona. El ahora Presidente mintió por años, al ostentarse como un demócrata. Ya se quitó la máscara y se cuelga con evidente gusto los ropajes del autoritario. Evidenció sus verdaderos colores en 2006 cuando trató de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón a golpe de bloqueos y ocupando la tribuna de la Cámara de Diputados, aparte de autoproclamarse "Presidente legítimo". Dado su fracaso, regresó a la senda de buscar ganar en las urnas, cansándose de gritar que había sido víctima de un artero fraude. Logró su victoria, por fin, y hoy se regodea en su poder, destruyendo a cuanta institución lo obstaculiza en sus afanes de (mayor) autoridad, al tiempo de culpar a Calderón de cuanta falla exhibe su gobierno.

Es improbable que muchos de los millones que votaron por el ahora Presidente lo hicieran deseando destruir a la imperfecta democracia mexicana. Quizá hartos del PRI, entronizaron a un militante de ese viejo partido que hoy renace con otros colores. La sangre y los años que tomó derrotar al tricolor, han sido dilapidados con la entrega de una chequera en blanco gracias a un impresionante mandato popular.

Fue una de muchas mentiras. Igual de grave, quizá más cruel, fue para los menos privilegiados. Por años oyeron del eterno candidato que, "por el bien de todos, primero los pobres". Efectivamente, fueron los primeros en ser golpeados por la escasez de medicinas y toda clase de servicios médicos. Los hambrientos vieron cerrar los comedores comunitarios, las madres trabajadoras las estancias infantiles y las mujeres violentadas los albergues. La cereza del pastel ha sido el desmantelamiento del Seguro Popular. Un conjunto de mentiras y traiciones a los que tanto necesitan del Estado.

Pero aparte los más pobres ya recibieron una dura garantía: que sus hijos nunca podrán salir de la miseria, teniendo como encargados de su educación (la palabra maestros no corresponde en este caso) a militantes de la CNTE. Acto cortesía de un Presidente al que le repugna la meritocracia y las recompensas al esfuerzo individual. Ya se sabe, la pobreza es de los honrados y dignos, la riqueza de los fifís.

Porque el titular del Ejecutivo hizo campaña atacando, dividiendo, poniendo a unos contra otros. Hoy es el gran polarizador de la República, siempre listo para el ataque con la sonrisa socarrona, el juicio sumario, desde la plataforma mañanera. Un arma de ataque frecuente es el acusar a otros de corrupción, esa abundante paja del pasado, aunque sin ver las vigas que están frente a sus ojos, designadas en cargos directamente por su persona. En ello el Presidente es un hombre singular que se cansa de presumir de lo que carece, ostentándose como demócrata, cabeza de un gobierno honesto, transparente y respetuoso de la libertad de expresión.

Son muchas razones por las que ciudadanos agraviados se manifestarán el domingo a lo largo y ancho del país. Ciudadanos, no militantes políticos, sin las banderas de partidos. Con la líder de una organización apartidista, Alejandra Morán, de Chalecos México, como una fuerza aglutinadora de esos individuos que desean manifestarse contra un gobierno que no los representa, independientemente de su voto hace un año y su visión de país para el futuro. Porque las calles son, como actualmente ocurre en tantas naciones, la trinchera para mostrar la insatisfacción, y para combatir por la libertad amenazada. Ahí nos vemos.

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