Simon Levy

Del 11-S al 17-N: la coordenada del SXXI

Ya no se necesitan bombas ni guerras con armas; sólo pandemias que desestabilicen la vida de millones de seres humanos.

En 2001, con los atentados del 11 de septiembre —el famoso 11-S— se forjó en segundos un nuevo orden internacional. La geopolítica se transformó y el centro de gravedad se dirigió a Occidente con Estados Unidos. La agenda migratoria entre México y Norteamérica pasó de ser proactiva a una de contención fronteriza con efectos en la política bilateral hasta el día de hoy.

El 11-S nunca se olvidará por lo que sucedió con Estados Unidos. El 17 de noviembre de 2019 será recordado por el paciente 1 originario de Hubei, China, del Covid-19. Antes las Torres Gemelas; ahora —lo que parece— fue en un mercado. Antes el heraldo fue Al Qaeda; ahora el anuncio silenciado de Li Wenliang, el oftalmólogo que advirtió desde el hospital central de Wuhan sobre la epidemia vuelta pandemia, fallecido el 7 de febrero pasado.

Antes fue el terrorismo con aviones; con el 17-N un virus (con efectos mucho más intensos que el SARS y el AH1N1) nuevamente transformará el orden mundial llevando su centro de gravedad a Oriente, Euroasia y particularmente a China.

Para entender lo que está pasando hoy, hay que remontarnos a la primera década de este siglo donde China se convirtió en la fábrica del mundo; una década después, se convirtió en el banco financiero del orbe saliendo a comprar bienes, propiedades y todo tipo de activos a África y Europa. Hace apenas unos años, se anunció la iniciativa del presidente Xi Jinping, llamada la Franja y la Ruta para impulsar la construcción de infraestructura y logística mundial, pero sobre todo para expandir —que no imponer— el 'desarrollismo chino' con lo que ahora, China, se apresta a ser el banco de desarrollo para la recuperación económica mundial.

Wuhan se enferma poco y cuando se alivia, se convierte en el médico que atiende a una Roma como un museo fantasma que agoniza en una Italia paralizada; Xinhua —la agencia oficial de información del gobierno de la República Popular de China— anuncia que el Fapiravir muestra eficacia clínica contra la pandemia y Zhang Xinmin, director del Centro Nacional de Desarrollo Biotecnológico del Ministerio de Ciencia y Tecnología de ese país (subrayado y con negritas), anuncia la creación de la vacuna contra el coronavid mientras los medios internacionales americanos tardan en compartir la noticia. El hospital de Leishenshan da de alta a pacientes, pero al mismo tiempo envía ayuda a Irán. Rusia casi pasa desapercibida en la ola de casos de la pandemia. La responsabilidad moral de China es una: su epidemia interna vuelta pandemia externa, no solo tiene implicaciones de salud pública sino amerita impulsar el desarrollo económico, financiero y social en el mundo. China antes compraba tecnología y hoy exporta vacunas.

Los pilares del desarrollo económico occidental están enfermos; la guerra comercial entre Rusia y China frente a Estados Unidos ya no es solo comercial. Los puntos suspensivos son de implicaciones infinitas. El coronavid es uno de los primeros pretextos para lanzar una reconstrucción económica del mundo con nuevos cimientos de un nuevo orden mundial.

Los países que sepan leer lo que sucede y reaccionen podrán obtener ventaja de ello. El bioterrorismo (accidental o provocado) es más que ficción, realidad. ¿Cómo construir, entonces, un espacio en la nueva geopolítica mundial, al tiempo que la seguridad nacional se derriba sin misiles?

Ya no se necesitan bombas ni guerras con armas; sólo pandemias que desestabilicen la vida de millones de seres humanos. Hoy, la mayor amenaza internacional que puede tener un país es no entender al mundo, y no comprender sus cambios vertiginosos.

¿Cómo esto afecta o beneficia al cambio interno de México? ¿Puede apoyarse en esta ola de cambio para construir un nuevo régimen? ¿Conviene ser simétrico con el cambio externo?

Los vacíos se llenan. México vive no sólo su propia crisis de salud pública sino una crisis de confianza. De frente le dicen al gobierno que sí, pero por atrás firman cualquier intención de no invertir. El manoseo de muchos grupos económicos llamados 'inversionistas' que siendo 'rentistas' ya le hicieron vacío al gobierno y sacaron desde hace varios meses su dinero del país. México no necesita solo integración con el T-MEC, necesita geopolítica y nadie la entiende mejor, que el canciller Marcelo Ebrard.

Cada día el mundo le manda más señales a México, ya imposible de ocultarlas. Por eso, lo que decida el presidente López Obrador en los siguientes días para enfrentar esta crisis, definirá el rumbo de la cuarta transformación.

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