Durante la mayor parte de la historia humana el primer acto natural de la educación y la conciencia humana ha sido la acumulación.
Hay un punto de inflexión en nuestra existencia, donde en lugar de acumular ha llegado el momento de transformar.
El crecimiento económico en la segunda parte del siglo XX se dio en mucho, gracias a la especulación financiera; el mundo desarrollado colonizó la producción en el tercer mundo, hasta convertirlo en "mercados emergentes" pero hoy el "primermundismo" quiere volver a producir localmente. ¿Por qué regresar a las formas de producción de hace 40 años? ¿Qué está pasando?
Mientras Estados Unidos busca reinventarse industrialmente a costa de México, por nuestra parte tenemos que preguntarnos qué nos deja el régimen político y económico de los sexenios pasados y dimensionar a lo que el presidente Lopez Obrador se está enfrentando: reducida inversión pública de décadas, el desmantelamiento de la política industrial, la muerte técnica de la banca de desarrollo, un tipo de cambio sobrevaluado unido a la mano de obra barata como pilar de nuestras ventajas competitivas lo cual, ha resultado en una lastre para el desarrollo humano.
No hay nada que nos haga crecer económicamente de forma sostenida y con desarrollo social que crear valor y ser productivos, para ello, necesitamos una política de Estado en materia industrial para los próximos 30 años. Para dar muestra de ello, la correlación entre el comportamiento del PIB industrial y el PIB total de la economía, es de 0.93. La manufactura ya nos hizo crecer, ahora necesitamos mentefactura para crecer con calidad y crear prosperidad.
El presidente por un lado se enfrenta a los lastres de la deuda, necesita dinamizar al Estado y al mismo tiempo convocar a las fuerzas productivas de la sociedad para crear riqueza pública y privada. La base fundamental del piso parejo para que la movilidad social sea real no solo requiere separar al poder político del económico, no solo se necesita una economía sin corrupción, sino que es urgente poner en marcha la política industrial que fue desmantelada.
La ausencia de una política industrial nos ha llevado al subempleo crónico: universitarios se dedican a todo menos a lo que estudiaron. Le reclamamos a China el dumping de sus productos, pero hicimos lo mismo; abaratamos nuestras mentes para vendernos al mundo como servidumbre de paso.
Para que el empleo crezca, debemos salir de la inercia y la trampa, donde México dependa exclusivamente de los encadenamientos con Norteamérica e impulsemos nuestro mercado interno. Necesitamos reindustrializar a México con las mentes y la creatividad; culturizar y unir ciencia con industria.
Queda claro que la piedra angular y axiológica del modelo neoliberal no es la productividad sino la especulación financiera. Lo nuestro debe ser industrializar —no mercantilizar— el valor del tiempo y del espacio. La resiliencia cultural y técnica; la enseñanza a desaprender; la capacidad de unir la ciencia a los crecientes sistemas financieros es parte también de ello. El impulso de la propiedad intelectual es urgente: crear una bolsa de patentes donde los mercados financieros apoyen necesidades sociales del Estado, en lugar de mercados de especulación financiera.
El Corredor Interoceánico es un proyecto inigualable para rescatar y construir la industria del siglo XXI que México necesita, pues tiene la capacidad de unir desarrollo regional, ecosistemas de competitividad y crear escuelas técnicas para el desarrollo de habilidades de las cadenas de valor entre gobierno, sociedad y el sector privado.
Desde Coatzacoalcos hasta Salina Cruz, tenemos la oportunidad de unir economía, con la cultura, con el turismo y con la industria; es una oportunidad única para generar vocaciones productivas y competitividad en el diseño, la agroindustria, la economía colaborativa y el desarrollo de software, el desarrollo regional comunitario mediante cooperativas. Ha llegado el mejor proyecto para el tema migratorio: integrar la manufactura con Centroamérica y escalar la mentefactura con los mexicanos.