Simon Levy

México, por favor, no renuncies al crecimiento

México no puede renunciar a la necesidad de crear riqueza pública y privada, que da como consecuencia el crecimiento económico.

¿Por qué el crecimiento económico está relacionado directamente con la generación de valor agregado y en consecuencia a la disminución de la pobreza cuando se generan políticas públicas adecuadas sin generar deuda e incrementar la inversión productiva?

Como bien reconoce la Secretaria de Hacienda, cada punto porcentual del PIB que México deja de crecer, equivale a 34 mil millones de pesos menos de ingresos, derivado de una menor recaudación.

Indirectamente el multiplicador, es mayor relativo a la formación bruta de capital, equivalente en inversión pública y sobre todo en inversión privada. Como está la situación económica del país, el sector privado tendría que invertir 14 veces lo que el Estado en ello. Es claro, que ante la actual situación global y nacional, el sector privado no podrá suplantar la inversión pública.

Por ello, la austeridad solo es la base para tener finanzas públicas sanas pero lo que en realidad nos hace crecer y desarrollarnos es la generación de riqueza pública y privada que viene primordialmente de la inversión en capital humano y en infraestructura. Para ello, lo que le da valor a tener mejores salarios, una mejor movilidad social, es mejorar la productividad y la creación de valor: eso solo se logra con política industrial de nueva generación. ¿La causa? La política industrial propicia todo ello.

El comercio internacional crea desarrollo regional, equidad territorial y desarrollo humano cuando tiene política industrial. El comercio antes de ser libre debe ser inteligente y consciente. México requiere un pacto nacional por la inversión y productividad.

Si no realizamos ello, este año, cerraremos con números rojos. Esta es la primera alerta para no aumentar la deuda pública. Sin crecimiento hay más deuda pública. Tenemos todo para lograrlo. La disciplina y la austeridad están. Tenemos que ir rumbo a la confianza de la inversión.

Uno de los males más profundos del neoliberalismo mexicano fue la raquítica inversión publica productiva: el despilfarro del gasto público suplantó la necesidad de elevar las tasas de inversión pública productiva.

En uno de mis últimos tuits destacando la necesidad de entender con mayor profundidad el aumento de exportaciones no petroleras, varios economistas conservadores intentaron hacerme entender una cosa fácilmente evidente: un superávit comercial en las condiciones en las que se encuentra México, es una muestra inequívoca de recesión y como lo marca la teoría económica, un superávit en la balanza comercial es una transferencia de ahorro que refleja lo mismo. Sin embargo, los economistas clásicos parecen no entender lo que significa crear valor y productividad, pero sobre todo desarrollo regional en una balanza comercial a pesar de la atonía económica nacional. Lo mismo que no entienden, cómo se puede influir para 'disminuir' la inflación utilizando a los energéticos, en lugar de los salarios.

Lo que nos distingue de los economistas ortodoxos, es que no comprenden que el objeto del comercio internacional no es importar bienes más baratos para mucho exportar, o importar lo que nosotros tenemos que producir. El objeto del comercio internacional es CREAR VALOR, DESARROLLO Y PRODUCTIVIDAD.

La austeridad no es suficiente para generar crecimiento, se necesita de participación de todas las fuerzas de la sociedad. No solo el sector privado sino el sector social; en la era del conocimiento, la riqueza pública también depende de crear inteligencia pública.

México no puede renunciar a la necesidad de crear riqueza publica y privada, que da como consecuencia el crecimiento económico. Uno de los errores más graves del neoliberalismo mexicano fue el impulso de nuestra desindustrialización prematura. La productividad fue sustituida por la comercialización.

Sin política industrial no se puede crear valor agregado y en consecuencia tampoco riqueza pública. El gran peligro económico de México del próximo futuro, es pasar de ser una servidumbre de paso de mercancías a una enorme maquiladora de datos. Nuestros ingenieros deben programar y crear inteligencia, no maquilar datos. La política industrial debe ser el gran salto adelante para crear una verdadera hoja de ruta novedosa donde la cuarta transformación logre instaurar verdaderamente un nuevo régimen económico. No quiero pensar lo que significaría caer en la mediocridad de los envalentonados economistas —hoy tuiteros— que ya se olvidaron de cómo endeudaron a México.

En un país cuyo régimen anterior creó intelectuales, empresarios y oligopolios orgánicos, si no transformamos el régimen económico, difícilmente podremos instaurar un nuevo régimen político.

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