Todos Estamos Locos

Atrévete a no gustar (I)

La búsqueda del ideal sobre quiénes queremos ser puede hacerse con placer y tranquilidad o con dolor y angustia, señala Vale Villa.

Alfred Adler fue un médico y psicoterapeuta austriaco cercano a Freud durante algunos años, pero a partir de 1911 decidió alejarse de la teoría freudiana y hacer un cambio de enfoque que en lugar de enfatizar las causas del trauma se interesa en los fines o propósitos de la vida. Adler rechaza el determinismo que subyace a pensar que infancia es destino y desarrolló una postura de mayor libertad en la que el peso más grande lo tienen las decisiones que se toman para elegir un estilo de vida u otro.

En 1999, el escritor japonés Fumitake Koga se encontró con los libros de Ishiro Kishimi, quien era un filósofo respetado, pero además un experto en la teoría de Adler.

En 2013, Koga escribió junto con Kishimi, después de varios años de conversaciones, el libro The courage to be disliked, publicado en inglés por Simon and Schuster en 2017, y en español Atrévete a no gustar (Planeta, 2018).

Este texto parte de una idea: la felicidad solo es posible si dejamos de tener miedo del rechazo. Si aceptamos que no podemos darle gusto a todas las personas y que es imposible no ser lastimado en nuestras relaciones.

El libro aborda el sentimiento de inferioridad, una de las teorías más importantes de Adler, que no lo entendía como destructivo y sí como una motivación para ser mejor. La búsqueda de la superioridad, agrega, es para escapar del sentimiento de impotencia.

La búsqueda del ideal sobre quiénes queremos ser puede hacerse con placer y tranquilidad o con dolor y angustia. Quien siempre piensa que aún no es suficientemente bueno o que debe llevar sus capacidades al siguiente nivel, puede solo querer ser mejor sino alguien permanentemente insatisfecho.

Adler dice que el cambio solo es para los valientes y que con frecuencia buscamos culpables de lo que no hemos logrado: culpamos al pasado o al contexto que nos rodea. Hay quien encuentra defectos en todas las personas para evadir las tareas de la vida solo para no verse a sí mismo. Cabe subrayar que hay decenas de razones por las que una persona no tiene la vida que sueña y no solo por falta de valentía, aunque sea emocionante pensar que solo con valor se puede conseguir cualquier cosa.

Las tareas vitales para Adler son el trabajo, la amistad y el amor; Kishimi afirma que es posible hacer bien el trabajo aunque se tenga un jefe horrible, si nos liberamos de la necesidad de reconocimiento, que surge de nuestra formación educativa: un sistema de recompensas y castigos sin el cual nos cuesta trabajo funcionar. Quien viva esperando reconocimiento tendrá una motivación exógena, no interna, y cuando no reciba su recompensa se desanimará. Amigos deberíamos tener pocos y si elegimos estar en una relación amorosa, más vale que no sea restrictiva, sino basada en la confianza en el otro y en uno mismo.

Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa. Conferencista en temas de salud mental.

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