Tenemos una forma de estar en el mundo, una forma espontánea y natural de relacionarnos con los otros y de enfrentar las experiencias. Lo que vivimos este año, la forma en la que entendemos lo que nos ocurre, se desprende de nuestra mente. La fortaleza más grande de una persona es justamente su mente: qué tanto nos protege de las dificultades, qué tanto nos sostiene, qué tanto podemos tenernos en cuenta y a partir de ahí cuidarnos, tratarnos bien y elegir lo que nos nutre.
En la evolución más nueva del psicoanálisis como práctica, uno de los conceptos que han cambiado es la idea del inconsciente como material reprimido que ha de ser recuperado en sueños o en la producción de fantasías, en los lapsus o en los actos fallidos. Un grupo de psicoanalistas a nivel mundial (Stolorow, Orange, Atwood, Velasco) ha logrado un modelo clínico más útil para las personas y explica al inconsciente como "una manera de estar espontáneamente en el mundo con todas sus experiencias"; un patrón de relación en el que pueden predominar algunos sentimientos: el de vergüenza si la historia y la memoria están plagadas de humillaciones. El de injusticia, porque hay quien siente y describe todas las experiencias como trato injusto. O quien vive inmerso en la desconfianza como modo de relación comprensible al revisar la biografía.
Hay formas espontáneas de relacionarse con el mundo rígidas, plagadas de rituales y de ideas que son intocables porque dan seguridad. O mentes que en lugar de proteger son una tierra caótica en la que un día el camino parece muy claro y al siguiente todo ha cambiado de significado y la emoción o las decisiones no pueden sostenerse. Con los padres, cuando han sabido proteger y sostener las emociones del niño, se desarrolla la mente protectora, que si no se logró durante el crecimiento, puede repararse con nuevas relaciones basadas en la aceptación y el amor. El psicoanálisis clásico se caracterizó por la desconfianza: el paciente dice una cosa, pero en realidad está diciendo otra. En el psicoanálisis contemporáneo de corte relacional se parte de la confianza y de la esperanza. Uno le cree al paciente y valida sus emociones.
Esta colaboración en El Financiero ha estado animada por el espíritu de curiosidad, por intentar alejarse de las definiciones esencialistas sobre buenos y malos o normal y anormal, y acercarse más a ensayos para relatar las experiencias y las emociones que las acompañan. Ojalá haya sido útil para los lectores como detonante de reflexiones. Que venga un gran 2019 pleno de fortaleza mental-espiritual para sortear las dificultades.
Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa. Conferencista en temas de salud mental.