Existe un concepto que se mide en salud mental llamado Bienestar subjetivo percibido, que responde a la pregunta de qué tan felices somos y que está asociado a la calidad de vida que se define como la distancia entre las expectativas y la realidad vivencial. Si la distancia es muy grande, la calidad de vida es muy mala. En lenguaje psicoanalítico estaríamos hablando de un ideal del yo grandioso que siempre será imposible de alcanzar y cuya consecuencia es la frustración constante.
Tener calidad de vida es qué tan contentos estamos con la realidad de nuestra vida diaria.
En el comienzo de la vida adulta, en los veintes y treintas, se tienen demasiados planes, sueños e ilusiones y se es feliz en la inconsciencia de creer que todo es posible y que nos sobra tiempo para lograrlo.
En la etapa adulta, entre los cuarenta y los sesenta, aparecen todos los problemas importantes que deben resolverse como la consolidación de la vida profesional, la estabilidad financiera, familiar o amorosa. En estos años nos llenamos de preguntas sobre el sentido de la vida y qué tanto la hemos aprovechado; aparece la conciencia de que no todo es posible, se han frustrado algunos sueños e ideales, comienzan algunos signos de decadencia del cuerpo y se piensan más las cosas.
La madurez de quienes tienen más de 60 puede convertirse en una etapa de tranquilidad si se valora lo que se tiene al vislumbrar el final de la vida como algo más cercano que lleva a vivir el presente con más intensidad.
Una buena vida, un buen trabajo, un buen amor, es algo mucho menos espectacular de lo que soñamos. A veces estamos en la mejor relación de nuestra vida o en el trabajo más estable e interesante, pero somos incapaces de verlo porque tenemos demasiada ansiedad o porque somos voraces y siempre queremos más. Dicen que no es más rico quien tiene más sino quien necesita menos.
Claro que también es válido aspirar a parecernos más a quien queremos ser y puede lograrse venciendo algunos retos: En una escala del 1 al 10 siendo 1: podría hacer esto dormido y 10: esto me genera ataques de pánico, habría que tomar proyectos o hacer decisiones de nivel 7, o sea que de 10 veces que se intentan, 7 u 8 salen bien pero no todas las veces. Los retos manejables son mejores que los casi imposibles.
Podemos escoger un área del desarrollo vital y reflexionar sobre dónde nos encontramos en esa área y en dónde nos gustaría estar. Hay un tiempo para elegir el estrés de enfrentar retos manejables y hay un tiempo para descansar, recuperarse y reflexionar. Cambiar hacia un mejor lugar implica actuar en esa dirección y medir los progresos después de algunas semanas. Sin ansiedad ni obsesiones, la vida pueda alcanzar para casi todo.