Que la educación en México es mala no es sorpresa. Lo es en cualquier ranking. Puede ser el Reporte de Competitividad del Foro Económico Mundial, en los informes de la OECD, en las pruebas PISA e incluso en las pruebas Planea. Ya pasamos el momento en el que quizá hubiera sido válido decir que teníamos un 'área de oportunidad' en el tema educativo, hoy el eufemismo sería casi ofensivo. El sistema educativo de nuestro país es de pésima calidad. El problema no es exclusivo del sistema público, las escuelas privadas tampoco la libran, aunque quieren aparentar que lo hacen.
El Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial evalúa a cada país desde diferentes pilares, como infraestructura, entorno macroeconómico e instituciones. Uno de ellos es la educación superior y la capacitación. Dentro de ese pilar, hay varios indicadores: matriculación en educación secundaria y terciaria, acceso a internet dentro de los planteles escolares, calidad de la administración y calidad de la educación. En su edición más reciente, 2017-2018, México ocupa en este último rubro el lugar 102 de 137 países. Etiopía está dos posiciones arriba de nosotros y Kuwait una abajo. Los mejor evaluados en calidad educativa tampoco sorprenden: Suiza, Singapur y Finlandia. Si la evaluación es sobre la calidad en la educación en ciencias y matemática, bajamos aún más, a la posición 117. Si lo que queremos evaluar es el sistema educativo en sí mismo, México se ubica en el lugar 108.
En términos de cobertura, México tiene, de acuerdo al mismo informe, una tasa neta de matriculación para educación primaria de 95.1 por ciento. La tasa bruta de matriculación para educación secundaria es 90.5 por ciento y para la terciaria únicamente 29.9 por ciento. Desde que tengo memoria el enfoque de la educación en México ha estado en la cantidad. En múltiples informes de gobierno he escuchado a ya varios presidentes señalar cuántas escuelas se construyeron en sus administraciones y a cuántos alumnos se le daría cabida. Se sigue escuchando la misma historia: números de escuelas, números de salones, números de alumnos.
Algunos resultados de esta política los resume Luis de la Calle en el capítulo de su autoría en el libro ¿Y ahora qué? Menciono algunos. De acuerdo al Censo Educativo 2014 del Inegi hay 236 mil 973 centros educativos y un millón 266 mil 574 maestros que atienden 23 millones 562 mil 183 de alumnos. En promedio, en cada escuela hay cinco maestros, menos que el número de grados. En Estados Unidos, sólo con fines comparativos, hay 38.71 millones de estudiantes, en un total de 132 mil 183 planteles. En promedio, en cada plantel hay 19.28 maestros.
Se ha privilegiado la cantidad sobre la calidad. Pero el mismo Censo Educativo evidencia las carencias de la infraestructura. Por ejemplo, 46 por ciento de las escuelas públicas del país carecían de drenaje, 11 por ciento no tenía baños, 22 por ciento no tenía techumbres adecuadas. Ni cuando el país decidió enfocarse en la cantidad, lo hizo bien.
El Banco Mundial acaba de publicar su informe sobre el desarrollo mundial enfocado en la educación 'Aprender para hacer realidad la promesa de la educación'. El énfasis de este reporte está en la calidad de los sistemas educativos y en su importancia como herramienta para salir de la pobreza y disminuir la desigualdad. La escolaridad sin aprendizaje es una terrible pérdida de recursos valiosos y de potencial humano, concluye el informe.
En términos generales se han logrado buenos resultados en el nivel de matrícula. Las economías emergentes incluso lograron avances en la matriculación de alumnos más rápido que las economías desarrolladas en su momento. Pero de poco sirve una mayor matrícula si la calidad es mala.
Las habilidades que el mercado laboral requiere son multidimensionales, así que los sistemas educativos deben preparar a los estudiantes más allá de las capacidades básicas de lectura, escritura y matemáticas, pero sin esas capacidades básicas, es imposible construir otras. Hoy en día se priorizan áreas como el trabajo en equipo, la resolución de problemas, el análisis multifactorial, pero de poco servirán esas habilidades si las personas no saben leer, escribir y aritmética básica.
México dio hace poco un paso tardío pero fundamental para mejorar la calidad de la educación en el país. Hay quien critica esa reforma diciendo que fue meramente laboral. Incluso si así fuera, el mérito no sería menor. Las llamadas conquistas sindicales de los dos principales sindicatos de maestros del país eran un lastre cada día más pesado.
Hoy México ocupa el lugar 102, pero ha ocupado el 104, el 106 y el 109, desde que se tiene registro. La reforma educativa empezará a tener impacto paulatinamente y seguramente se tendrán que ir haciendo ajustes sobre la marcha. Revertirla garantizaría que, en lugar de mejorar nuestra mala posición en el ranking, México bajaría hasta el fondo de la tabla.