Victor Manuel Perez Valera

A 50 años de la promulgación de la Encíclica Paz en la Tierra

La Encíclica no trata únicamente del desarme y de las relaciones internacionales, sino que expone, como un gran abanico, muchos aspectos de justicia social relacionados con la paz.

Se acaban de cumplir 50 años de la famosa Encíclica de Juan XXIII Pacem in Terris, publicada el jueves santo, 11 de abril de 1963. El Papa acababa de recibir el 1o. de marzo de ese año el Premio de la Paz de la Fundación Internacional Balzan. El pontífice recibió esta presea como un reconocimiento de la labor constante de la iglesia en favor de la paz y la unidad de los pueblos. Esta fue la primera encíclica de los documentos modernos que se dedica a las personas de buena voluntad.

La tradicional neutralidad del Vaticano no lo convierte en un pasivo espectador de los acontecimientos de la historia. Su labor no es sólo disuadir a los gobiernos de usar las armas, sino además, procura contribuir a la formación de hombres y mujeres para luchar por la paz: Moorhead Kennedy, Robert Aldridge, Malham Wakin, entre otros.

El premio Balzan fue otorgado por unanimidad, incluso con la aprobación de los miembros soviéticos de la fundación. La misión de Juan XXIII como nuncio apostólico en diversas partes del mundo, lo capacitaba especialmente para este ideal de pacificación y de unidad.

La labor antibélica en pro de la paz ha sido una constante de los romanos pontífices durante los siglos XIX, XX y XXI. Es oportuno recordar en este punto las obras de Georges Goyau, La iglesia y la guerra, el libro de Yves La Briere, La iglesia y la paz, y la obra del jesuita Joseph Joblin La iglesia y la guerra, entre otros.

Los documentos del magisterio de la iglesia en torno a la paz datan al menos del tiempo de la revolución francesa. Pio IX condenó como inmoral el “nacionalismo inmoderado”, tema muy actual. León XIII escribió la famosa Encíclica Rerum Novarum y pasó a la historia por el arbitraje entre España y la Alemania de Otto von Bismarck sobre las Islas Carolinas. Pío X denunció la proliferación de los armamentos y fomentó a las organizaciones a favor de la paz, como la Academia Internacional de la Paz fundada por Carnegie. Benedicto XV hizo esfuerzos heroicos para evitar las matanzas de 1917, y publicó en mayo de 1920 la Encíclica Pacem Dei Munus, que favorecía la creación de la Sociedad de las Naciones y urgía a un desarmen generalizado.

Dado lo anterior parecería que la Encíclica Pacem in Terris, ya no aportaría nada nuevo sobre el tema, pero su enseñanza es más completa, profunda y estructurada. Se abordan las relaciones de los individuos entre sí en la vida social, las relaciones de los ciudadanos con la autoridad pública, las relaciones entre las diversas comunidades políticas y las de estas con la comunidad mundial.

La Encíclica no trata únicamente del desarme y de las relaciones internacionales, sino que expone, como un gran abanico, muchos aspectos de justicia social relacionados con la paz. Así, por ejemplo, en el tema de los derechos humanos se expone el derecho a la existencia y a un nivel de vida digno (PT 11), los derechos relativos a los valores morales y culturales (PT 12 y 13), el derecho a la libertad en la elección en un estado de vida (PT 15-17), derechos relativos al mundo económico (PT 18-22), derechos de reunión y asociación (PT 13-24), derechos a la emigración e inmigración (PT 25), derechos del orden cívico (PT 26 y 27).

En relación con la justicia social se aborda el tema del salario, la seguridad jurídica de la persona, la vida en sociedad, la suerte de las minorías, el reglamento de conflictos internacionales, promoción económica y social de los trabajadores, y en especial, de la mujer y los derechos de la persona humana.

Finalmente, en relación con el bien común se abordan temas como la competencia de los individuos de los organismos intermedios, la razón de ser de los poderes públicos, el reconocimiento del orden moral, las particularidades étnicas de grupos humanos, la jerarquía de valores y el orden jurídico en armonía con el orden moral.

Uno de los anhelos más profundos del ser humano y de todos los pueblos, a lo largo de la historia, es la paz. No solo se añora la paz como ausencia de guerra, sino como una situación en que se goza de armonía, orden, tranquilidad y del imperio del derecho justo, aspectos de los que carece nuestro país. No obstante, en México, Alfonso García Robles, exalumno de un renombrado colegio jesuita (Instituto de Ciencias en Guadalajara), fue galardonado con el premio Nobel de la paz en 1982.

La auténtica paz supone varias condiciones, pero un requisito ineludible es el que exista un clima de justicia y especialmente de justicia social. Es un tema de perenne actualidad. En nuestro país se debería seguir fomentando esos nobles esfuerzos en favor de la paz, como la que hoy se requiere en Ucrania.

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