Aristóteles señala lo sublime de la tarea del ser humano para buscar el bien de la ciudad: “Por más que el bien humano sea el mismo para el individuo y para la ciudad, es, con mucho, cosa mayor y más perfecta la salvaguarda del bien de la ciudad. Es cosa amable hacer el bien a uno solo; pero más bella y más divina el hacerlo al pueblo y a las ciudades”. (Aristóteles, Ética a Nicómaco II, 8-10). También en la definición clásica de Derecho de Tomas de Aquino, el bien común aparece como su finalidad básica: “la ordenación racional al bien común promulgada por quien tiene el encargo de la comunidad” (Summa Theologiae, I-II, q.90, a.4).
Erasmo de Roterdam mencionó algunos rasgos de lo que sería el bien común, “cuando sigas un camino recto, cuando no hagas violencia a nadie, cuando no despojes a nadie, cuando no vendas ningún cargo, ni corrompas a nadie”. Entre otros muchos pensadores conviene destacar la gran importancia que dieron al bien común los teólogos juristas españoles de la Edad de Oro, pero especialmente habría que considerar a Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Bartolomé de Las Casas y Juan de Mariana.
En la línea de estos grandes pensadores, el Papa Francisco en su Encíclica Laudato si’ nos proporciona profundas reflexiones sobre el bien común. Es obvio que el cuidado de la casa común exige el cuidado del bien común.
Ante todo, el Papa señala que el ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz está en las antípodas de gobiernos dictatoriales, y cita una frase del Evangelio “Los poderosos de las naciones, los dominan como señores absolutos, y los grandes los oprimen con su poder” (Mt, 20,25). Para Francisco, la ecología humana es inseparable de la noción del bien común, “un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social.” A continuación, cita la definición del Vaticano II: “El conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (LS 156).
Es obvio, escribe el Papa que el bien común presupone el respeto a la persona humana, (sus derechos básicos e inalienables), y fomentar el bienestar social que incluye el respeto de grupos intermedios y la aplicación del principio de subsidiaridad. Sobre todo, el bien común requiere la paz social, la seguridad y el orden social y la justicia distributiva. (LS 157).
Ahora bien, el bien común exige la virtud de la solidaridad y la opción preferencial por los más pobres (LS 158). A propósito de la ayuda a los pobres, observa el Papa, “el trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”. (LS 128).
A fin de que existan muchas ofertas de empleo es necesario que se promueva una economía que impulse la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Para relacionar la actividad empresarial y el bien común el Papa Francisco comenta: “La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riquezas y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo, si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de un servicio al bien común”. (LS 129).
A fin de buscar en la política social soluciones integrales que amalgamen el cuidado del medio ambiente con los sistemas sociales, el Papa Francisco señala: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.” (LS 139).
El Papa Francisco cita la Declaración de Río sobre el medio ambiente y desarrollo y comenta: “Se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que de por sí convoca los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora. Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, y urbanos”. (LS 141).
Por último, recordemos que Aristóteles habla sabiamente de una “ética política”, en que la fuerza o virtud esencial es el amor, no como eslogan politiquero, sino como el profundo deseo de procurar el bien civil y político.
El Papa Francisco concluye: “El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”. (LS 231).