Victor Manuel Perez Valera

El heroico Batallón de san Patricio

Víctor Manuel Pérez Valera reflexiona sobre el Batallón de san Patricio que defendió a nuestro país, de modo heroico, en contra de la invasión norteamericana del siglo XIX.

El pasado 17 de marzo se celebró a san Patricio, el evangelizador de Irlanda. Las comunidades irlandesas, en diversos países, realizan un desfile con sus coloridos uniformes y el sonido de las gaitas. En México, además, se conmemora al Batallón de san Patricio que defendió a nuestro país, de modo heroico, en contra de la invasión norteamericana del siglo XIX.

Los irlandeses, especialmente su jefe John Riley, sabían que la guerra de Texas era sólo un pretexto para apoderarse también de otros estados del sur. El presidente Polk, había ofrecido al gobierno de México 5 millones de dólares por el Estado de Nuevo México. Ante el rechazo de esta oferta, Polk escogió otra solución, declarar la guerra. Antes de esta decisión John Riley se pasó al lado mexicano. Él había sufrido de niño el cruel sometimiento y vejación de los ingleses en contra de Irlanda. Julio Verne habría descrito de modo conmovedor esta situación opresiva en su obra Aventuras de un niño irlandés. Algo semejante iba a pasar en México: el ejercito de nuestro país estaba formado por campesinos hambrientos, desnutridos, con armas obsoletas y con grave carencia de víveres y parque.

Taylor al mando de las fuerzas estadounidenses permitía que los rangers texanos cometieran intolerables abusos y atrocidades: robos, torturas y violaciones de niñas mexicanas. Riley, –teniente de artillería, al mando de la compañía K, del Quinto Regimiento– ante este panorama, animó a un nutrido grupo de artilleros y soldados de infantería irlandeses a que se pasaran al lado mexicano. En esta guerra, se estableció un récord de deserciones: nueve mil doscientas siete según la U.S. Army, a las que habría que añadir varios cientos de los denominados "dispersos" o "desaparecidos" en el campamento del general Scott. Tantas deserciones se debían, sin duda, a los excesos crueles y sanguinarios de los invasores, incendios de templos católicos y despiadados asesinatos de civiles.

En este ambiente, hay que situar al heroico Batallón de san Patricio, al que se unieron varios polacos, alemanes, italianos y algunos norteamericanos que juntos, conformaron un grupo de más de 200 hombres, los cuales ocasionaron varias miles de bajas al ejército invasor. Todos luchaban bajo la bandera verde con la imagen de san Patricio y el lema Erin Go Bragh: Irlanda por siempre. Habían hecho una elección justa y aunque presentían una inexorable derrota preferían morir en defensa de una causa noble.

Ya desde la primera batalla de Monterrey, el general Taylor se dio cuenta de que los de san Patricio iban a ser unos terribles adversarios, que podrían diezmar sus tropas. Al intentar tomar la ciudadela, el ejército de Taylor sufrió alrededor de 400 bajas, y tras tres días de combate perdió más del diez por ciento de sus efectivos. Además, varios cientos de soldados desertaron y algunos se unieron a los de san Patricio. En la batalla de la Angostura, en media hora los irlandeses destruyeron las baterías contrarias. Los mexicanos habrían conseguido la victoria si Santa Anna no hubiera dado la orden de retirarse. En el otro frente, el del este, las tropas de Scott sufrieron el ataque de los mosquitos y los microbios intestinales (la venganza de Moctezuma). De los 13 mil muertos del ejército de Scott, solo una quinta parte murieron en combate.

Finalmente, en la ciudad de México, la batalla de Churubusco fue una carnicería, hasta que los mexicanos se quedaron sin parque. Los irlandeses fueron capturados y ahorcados en Tacubaya y en el Jardín de san Jacinto.

¿Qué juicio mereció esta invasión? Abraham Lincoln admitió ante el Congreso, que los Estados Unidos habían provocado una guerra "innecesaria e inconstitucional", contraria a los nobles principios de los fundadores de esta gran nación. A su vez, Henry David Thoreau declaró que esta intervención era éticamente injusta y contraria a los ideales de libertad, dignidad e igualdad de la Unión Americana.

Al concluir esta guerra Thoreau escribió su notable ensayo sobre la Desobediencia Civil: "las masas que sirven al Estado, no como hombres, sino como máquinas… no merecen más respeto que si estuviesen hechos de paja o que si fueran un montículo de estiércol…" A la opinión de Thoreau y de Lincoln se añadieron las de renombrados ciudadanos americanos e incluso de jefes de ejército. Los del Batallón de San Patricio, no eran desertores, ejercían su derecho a la Desobediencia Civil. (Cfr. Pino Cacucci. El batallón de san Patricio).

COLUMNAS ANTERIORES

Jesucristo el Logos: Logoterapia espiritual
En el país de los eternos hielos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.