Victor Manuel Perez Valera

El sentido de la vida y la ética

Víctor Manuel Pérez, a partir de cuestionamientos filosóficos, analiza la crisis del sentido de la vida y los valores ante un escenario donde crece la criminalidad y en el que los ciudadanos quieren cambiar el país.

La tragedia se repite dramáticamente en todo el mundo. Un cuerpo inerte y, a su lado, un arma de fuego o un frasco vacío y una breve nota: "no me quedan ganas de vivir. Mi vida no tiene sentido. Nada lo tiene". Para A. Camus, la pregunta por el sentido: ¿vale la pena vivir? es la pregunta del hombre moderno, la interrogante básica de la filosofía.

Cuando preguntamos por el sentido buscamos entre otras cosas el para qué, la finalidad última, más allá de los significados, propósitos, objetivos y orientaciones de determinadas acciones. Nos interrogamos sobre si vale la pena vivir, nos cuestionamos sobre la orientación de la vida, sobre ¿adónde vamos? y nos preocupamos por el objetivo de esa orientación, por el para qué. Existen algunas variantes de estas preguntas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿qué esperamos? ¿qué nos espera? ¿tengo que dar a alguien cuentas de mi vida?

Ahora bien, el sentido de la vida está íntimamente ligado con el sentido de la historia, de los valores humanos, de la esperanza, de la libertad, de la esencia de la persona, e incluso del sentido de la muerte. Por consiguiente, la pregunta acerca del sentido abarca no sólo el ser del hombre individual, sino también su dimensión social, su ser histórico y las relaciones con el mundo que lo rodea.

En otras palabras, al interrogarnos sobre el sentido, buscamos la comprensión del ser humano, su inteligibilidad, despejar, al menos parcialmente, la incógnita del hombre, encontrar la llave hermenéutica para la explicación de su vida. Esta interrogante abarca toda la vida, afecta sus grandes proyectos, pero toca también el corazón de la vida cotidiana. También nos cuestionamos sobre nuestra trascendencia, nuestra sed de ser más allá. En este sentido escribía A. Machado: "Bueno es saber que los vasos/nos sirven para beber;/ lo malo es que no sabemos/ para qué sirve la sed".

No todos admiten la legitimidad de la pregunta sobre el sentido de la vida. J. Monod, en su libro El azar y la necesidad, sólo admite un cierto finalismo en el interior de la especie, como una modalidad del instinto de conservación. Pretender, según él, extender esta finalidad al resto de los seres es sólo una arrogancia, ingenuidad del hombre que tiende a proyectar sus ilusiones a su mundo. Para Monod la única ley científica es el "azar esencial" y, así, extiende el principio de indeterminación a todos los seres. Una posición parecida sostienen el positivismo y el neopositivismo. Ellos eliminan la pregunta sobre el sentido cuando consideran tanto la vida como la muerte como un simple dato.

Sin embargo, la búsqueda del sentido de la vida es inevitable. El hombre es una entidad dinámica, inconclusa, siempre en camino y, por tanto, se imponen las preguntas ¿para qué y hacia dónde caminar? Ya la sabiduría náhuatl hablaba de la urgente necesidad de dar un sentido a la vida, y enseñaba que no dar un rumbo trascendente al corazón equivalía a la autodestrucción. "¿Qué era lo que acaso tu mente buscaba?/ ¿dónde andaba tu corazón?/ Por esto das tu corazón a cada cosa;/ sin rumbo lo llevas:/ vas destruyendo tu corazón./ Sobre la tierra, ¿acaso puedes ir en pos de algo?". Al parecer esta profunda sabiduría se va poco a poco perdiendo, ya que vivimos en una cultura de medios y no de fines, que enseña "cómo" hacer todo, pero no profundiza en el por qué y el para qué de lo que se hace.

Alfred Adler en su libro El sentido de la vida escribió: "¿qué ha pasado con aquellos hombres que no han contribuido nada al bienestar de los mortales?... nada ha quedado de ellos… Aquí tropezamos con una ley secreta, como si el cosmos, siempre inquisitivo, nos ordenara: ¡desapareced! ¡no habéis comprendido el sentido de la vida y no hay para vosotros porvenir!".

El eliminar las preguntas sobre el sentido de la vida conduce al sentido de inutilidad, al creciente incremento de la criminalidad, que es un síntoma de desmoralización, de pérdida del valor de la vida.

Para el progreso de nuestro país, el cambio que todos anhelamos, más que un cambio de gobierno, es imprescindible recuperar el sentido de la vida. Esta crisis, para Viktor Frankl , provocaba el vacío existencial, y Adela Cortina, reconocida eticista española, lo considera como la base del actuar ético. En efecto, el antídoto al vacío existencial, no es el consumismo, ni la indiferencia ante el bien común, sino el respeto, aprecio y amor a la polis.

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