Victor Manuel Perez Valera

Elogio de la vejez: crecer en sabiduría

Existen dos aspectos en el drama de la vejez: la actitud de la sociedad ante ella, y la actitud del anciano frente al incremento de su edad, dice Varela.

El 28 de agosto se celebra en México, el Día del Adulto Mayor. Esta celebración nos recuerda que el maltrato a los ancianos es un drama nacional y mundial. El INAPAM afirma que el 60% de los ancianos sufren violencia familiar. El maltrato más ordinario se relaciona con la negligencia: no dar medicamentos, no proporcionar bastón o lentes, no llevarlos a las consultas médicas. Algunos sufren violencia, son ignorados, regañados, insultados y hasta golpeados.

Existe un continuo crecimiento de la población de adultos mayores, según cálculos de la ONU, en 2050 serán el 20% de la población mundial. En México, en veinte años el número de personas de la tercera edad se duplicará, en la actualidad existen, aproximadamente, 16 millones de ancianos. México no está preparado para enfrentar este problema.

En efecto, los problemas de salud inciden de modo especial en los adultos mayores. En nuestro país un adulto de 79 años tendría una expectativa de once años de vida, con mala salud. Se recomienda que debería haber un geriatra por cada cuatro mil personas mayores. En el presente requeriríamos alrededor de tres mil geriatras en vez de los seiscientos que están certificados. No obstante, con las carencias de la ancianidad, como veremos más adelante, también se dan notables sublimaciones. A este respecto, se cuenta que el General Douglas McArthur tenía esta consigna en su mesa de trabajo: "la juventud no es un período de la vida, sino un estado del espíritu" en realidad, el hombre se hace viejo cuando se rinde, En el viejo y el mar de Hemingway, el viejo es de espíritu joven.

Existen dos aspectos en el drama de la vejez: la actitud de la sociedad ante ella, y la actitud del anciano frente al incremento de su edad. En nuestra sociedad, se considera la juventud como una etapa extraordinaria de la vida, pero se ha exacerbado su valor, su culto se ha convertido en una idolatría. En contraste, los primeros síntomas de la vejez, el cabello gris o canoso se considera en el ámbito laboral, un deterioro que podría conducir a orillar al despido o a frenar el ascenso laboral.

La cultura de un pueblo, el cultivo de lo humano, el aprecio de la persona, está por encima del progreso científico. La comprensión y compasión por los miembros más débiles de nuestra sociedad y la promoción psicológica y espiritual de los más necesitados, es un claro aspecto de la justicia social. La atención y el afecto para los ancianos, las personas con capacidades diferentes, los enfermos y los incurables son apreciables manifestaciones de la cultura de un pueblo. La dignidad de la persona humana no se pierde con la edad avanzada, ni con los achaques y limitaciones que deterioran la salud, tanto psíquica como corporal. Así como al joven se le pide adaptarse a la sociedad, a la sociedad se le pediría adaptarse al anciano. Es muy incongruente que un padre pueda mantener y educar a cinco hijos, y que cinco hijos no puedan mantener a su padre. Con razón escribía Shakespeare: "cuánto más aguada que los dientes de una serpiente, es la ingratitud de un hijo" (El rey Lear).

El avanzar en edad no es un retroceso. Se acrisola la sabiduría que se fue aprendiendo a lo largo de la vida. La sabiduría es la visión global y espiritual de la vida. Es menester cultivar la vida interior, redimensionar los valores de la existencia, el "ser" sobre el "tener". Es cierto que surgen con la vejez sentimientos complejos que pueden descorazonar y conducir al pesimismo: la angustia, el aburrimiento, lamentar el tiempo perdido, el resentimiento, las fobias, los desatinos. Todo esto tiene soluciones parciales, en la gimnasia, los juegos, los hobbies, el esparcimiento, la música…pero la verdadera solución reside en el cultivo de la vida interior, la purificación espiritual, superar los resabios de amargura, perdonar de corazón las ofensas que se sufrieron y cultivar la esperanza trascendente. Jean-Paul Sartre, en su juventud se ostentaba como "el ateo perfectamente lógico", al final de su vida, ya casi ciego, hablaba de la esperanza.

La naturaleza nos dio posada donde reposar, no morada para morar. La corona de la vejez es la autoridad, crecer en sabiduría: que el adulto mayor no se arrepienta de haber vivido, porque con lo hecho en su vida, no ha nacido en balde. El reposo y el repaso de la vida, pueden con el recuerdo, integrar más hondamente la existencia, avivando el principio esperanza. Se puede aceptar serenamente la caducidad que nos acerca al fin de la vida, fin ruptura y fin plenitud.

*Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.

COLUMNAS ANTERIORES

Jesucristo el Logos: Logoterapia espiritual
En el país de los eternos hielos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.