Ayer, el índice VIX, que mide la volatilidad en los mercados financieros internacionales, se incrementó sobre 33 puntos.
Es la primera vez en prácticamente 16 meses que el también llamado ‘índice del miedo’, que se utiliza como medida de incertidumbre, se sitúa por arriba de ese nivel.
Si bien está por debajo del pico de 82 puntos que alcanzó a mediados de marzo de 2020 en la primera ola de la pandemia, ya se duplicó desde los 15 puntos que registró a principios de noviembre pasado.
El comportamiento reciente del índice VIX se explica por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, antecedido por la expectativa de que la Reserva Federal de Estados Unidos comenzará un proceso de endurecimiento de su postura monetaria en dos semanas.
Los mercados temen que, por el choque de fuerzas en el tablero geopolítico y el avance continuo de la invasión rusa en territorio ucraniano, lo peor de la guerra aún no haya pasado.
Lo que puede anticiparse es un periodo de mucha volatilidad y aversión al riesgo, así como una recomposición de portafolios de inversión a nivel global hacia activos de refugio.
Podría haber una reducción en los flujos de capital hacia las economías emergentes que presione a sus monedas, que desde el inicio de la ofensiva militar en Ucrania experimentan pérdidas generalizadas frente al dólar, con excepción del renminbi chino.
Episodios de mayor aversión al riesgo y de inestabilidad financiera pueden generar presiones cambiarias sobre el peso mexicano, cuya vulnerabilidad aumentó recientemente.
El reto para México es mostrarse lo más resiliente posible procurando que los fundamentos macroeconómicos sean sólidos.
Eso implica mantener finanzas públicas estables, asegurar la contención de la inflación, así como preservar la fortaleza del sistema financiero.
Al respecto, es indispensable una buena labor coordinada entre la Secretaría de Hacienda y el Banco de México.
En el escenario actual, una relación armónica entre las políticas fiscal y monetaria cobra mucha relevancia ante los desafíos derivados del conflicto armado entre Rusia y Ucrania.
El contexto caracterizado por un estancamiento de la economía mexicana y una inflación persistentemente alta señala la importancia de hacer uso de los diferentes instrumentos de política económica para atenuar los efectos de la escalada bélica.
Según el presidente López Obrador, su gobierno está preparado para evitar el encarecimiento de la energía eléctrica en el país, aunque el precio del gas natural se incremente por el conflicto.
Mismo caso de las gasolinas, cuyo precio se mantendrá estable en México debido al subsidio fiscal, aunque se encarezca el combustible de importación por efecto de los elevados precios del petróleo.
El conflicto plantea enormes riesgos por su impacto económico a través de los mercados de materias primas y del sistema financiero dado el bloqueo bancario impuesto por occidente a Rusia.
Implica más disrupciones en las cadenas de suministro y precios de materias primas aún más elevados, en particular de energéticos y alimentos, pues Rusia y Ucrania son dos de los mayores productores de granos y cereales.
En este momento el principal riesgo para el proceso de formación de precios en el mundo son las tensiones geopolíticas. En la medida que se acumulen presiones de costos, la inflación aumentará aún más.
Claro que, como lo advirtió el FMI, el impacto económico empeorará en la medida en que el conflicto se prolongue por más tiempo.
Antes de la ofensiva militar rusa sobre Ucrania se anticipaba un retiro más acelerado de los estímulos monetarios a nivel global.
De hecho, varios bancos centrales de economías avanzadas ya habían iniciado la reducción de sus estímulos.
En el caso de EU, las mayores presiones inflacionarias fortalecieron la expectativa de que la Fed estaba por adelantar y acelerar el retiro.
Con la tensión geopolítica al rojo vivo y tras seis días de guerra, las prioridades han cambiado y ahora el repunte en la volatilidad y la aversión al riesgo supera las preocupaciones sobre la inflación.
La hoja de ruta trazada por los bancos centrales, incluida la Fed, para iniciar un ciclo de endurecimiento de las condiciones monetarias podría pasar a segundo plano.