La industria automotriz en México aún muestra condiciones de debilidad, afectada por los cuellos de botella y problemas de desabasto, que lejos de ceder se han prolongado en el año.
Al sector del automóvil le siguen cobrando factura las perturbaciones causadas por la escasez de semiconductores para la fabricación de equipos de transporte, a lo que desde finales de febrero se sumó el impacto de la guerra de Rusia contra Ucrania.
En abril pasado la producción de la industria automotriz nacional fue 6.6 por ciento menor que la del mismo mes de 2021, según datos del Inegi.
En términos de unidades, se ensamblaron 251 mil 547 vehículos, lo que, quitando 2020 por la pandemia, representa la menor producción para un cuarto mes desde 2014, afectada por las disrupciones en el suministro de piezas esenciales, como los microcomponentes.
El problema se ha visto agravado por las medidas de aislamiento en varias ciudades y provincias de China desde finales de marzo para contener el reciente aumento de contagios de COVID-19.
Los confinamientos decretados en centros manufactureros y comerciales clave de China, como Shanghái, están profundizando los problemas en las cadenas de abastecimiento en otras regiones.
A eso se añade el encarecimiento de los insumos para la producción de vehículos de motor, como el acero, aluminio y vidrio por los efectos del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Un factor más en contra de la industria automotriz, proveniente del entorno nacional, es el decreto para la regulación de vehículos usados extranjeros en el país, vigente desde finales de enero, el cual permite que los autos de procedencia foránea sin documentación legal puedan ser importados definitivamente.
La legalización de los autos ‘chocolate’ en una docena de estados, a través del decreto gubernamental que no tomó en cuenta la opinión del sector privado, envía una señal equivocada a la industria automotriz, que siempre ha combatido el ingreso de vehículos ilegales.
Aunque las cadenas de suministro llevan meses bajo presión debido a la pandemia y, recientemente, a la invasión rusa de Ucrania, la exportación de automóviles parece dejar atrás la atonía.
En abril de este año se exportaron 241 mil 286 vehículos armados en México, un incremento de 2.9 por ciento respecto al mismo mes de 2021.
Impulsadas por la reactivación en Estados Unidos, las ventas en el mercado externo registraron un incremento a tasa anual tanto en marzo como en abril, tras ocho meses seguidos en terreno negativo.
Aun así, los envíos al exterior apenas están por arriba de los observados en abril de 2017, de acuerdo con los registros del Inegi.
En términos de volumen, las exportaciones automotrices mexicanas todavía no alcanzan los niveles registrados antes de la emergencia sanitaria por COVID-19, pero en valor ya los empiezan a superar.
Tanto en febrero como en marzo pasados rebasaron los 14 mil 200 millones de dólares, monto que está por arriba de los más de 12 mil millones reportados en los mismos meses de 2020, de manera que ya se ubican sobre los niveles previos a la pandemia.
El sector automotor está llamado a ser uno de los principales motores del crecimiento de la actividad económica en nuestro país, como lo fue en las crisis de 1995 y 2008-2009.
La industria automotriz mexicana es una de las más competitivas del mundo al ser la tercera mayor exportadora de vehículos y la cuarta de autopartes.
México es uno de los principales fabricantes de vehículos ligeros que se exportan principalmente a EU dada su cercanía geográfica y la integración de mercados en el TMEC.
Durante el periodo enero-abril de este año, cerca de 84 por ciento de la producción nacional se destinó a la venta externa.
El reto es que se avance en la solución de los problemas de desabasto de semiconductores y otros insumos en el sector.
Las perturbaciones en las cadenas de suministro pueden abrir una ventana de oportunidad para atraer inversión a México y dar paso a la llegada de nuevos proveedores y empresas al mercado automotor, sobre todo de ‘autos verdes’.
En su momento, se debe aprovechar el restablecimiento de los canales de distribución y el posible nearshoring de manufactura para trasladar ciertos procesos productivos al país.
¿Se podrá dar el salto del colapso a un cambio disruptivo?