Eso de que en México la inflación es menor que en Estados Unidos “no es falso, pero se exagera”, como dirían en la sección sobre las ‘mentiras de la semana’ en la conferencia presidencial matutina de los miércoles.
En junio la inflación general en México registró una tasa anual de 8.0 por ciento –con el redondeo de cifras–, después de que en mayo se ubicó en 7.7 por ciento, con lo que presentó una aceleración importante de un mes a otro.
Pero en su medición quincenal, la inflación muestra una marcada tendencia alcista al pasar de 7.6 por ciento anual en la primera quincena de mayo a 8.2 por ciento en la primera mitad de julio, su nivel más alto desde enero de 2001.
En Estados Unidos, el índice de precios al consumidor se disparó de 8.3 por ciento a tasa anual en abril a 9.1 por ciento en junio, su nivel más elevado desde diciembre de 1981.
Quiere decir que la variación anual del índice de precios al consumidor en México es alrededor de un punto menor que en EU… sólo en la inflación general.
La presión inflacionaria en la economía estadounidense es liderada por el aumento en los precios de la energía y los alimentos, de 41.6 y 10.4 por ciento anual, respectivamente.
El componente subyacente en EU se situó en 5.9 por ciento a tasa anual y, si bien marginalmente, registró su tercer repliegue mensual consecutivo desde el pico de 6.5 por ciento en marzo.
¿Qué pasa en México con la inflación subyacente, que excluye los precios más volátiles, como los agropecuarios y energéticos?
Entre marzo y la primera quincena de julio, la inflación subyacente anual siguió incrementándose y continuó en niveles elevados, al pasar de 6.8 a 7.6 por ciento, la tasa anual más alta desde diciembre de 2000.
A su interior, la inflación anual de las mercancías alimenticias se mantiene en alrededor de 12 por ciento, un encarecimiento de doble dígito que afecta en mayor medida a los hogares de menores ingresos.
El componente subyacente, que es el principal determinante de la trayectoria inflacionaria, ha mantenido una secuencia ininterrumpida de alzas por más de año y medio.
Las cifras anteriores nos dicen que, cuando se compara el componente subyacente, en México tenemos hasta 1.7 puntos más de inflación respecto a EU.
Aún está en duda que la inflación nacional alcance su pico en este trimestre.
En la mañanera del viernes pasado, el presidente López Obrador dijo estar consciente de que la inflación afecta mucho, sobre todo a los pobres, por lo que su gobierno seguirá trabajando en dos acciones fundamentales.
Una es evitar que aumente el precio de las gasolinas, lo que “nos está significando un subsidio en beneficio de los consumidores”, que representa un costo para las finanzas públicas de cerca de 500 mil millones de pesos en 2022.
La otra es impulsar la actividad productiva y la producción de autoconsumo, “porque la fórmula es ser autosuficientes en energéticos y en alimentos”.
AMLO anticipó que se va a prolongar el periodo de inflación y pronosticó que para octubre o noviembre ya empezará a bajar.
El presidente reiteró lo que ha dicho otras veces, en el sentido de que la inflación en México es menor a la de Estados Unidos e incluso a la de Europa.
Lo es, en la inflación general, precisamente por la política de estímulos fiscales en materia del IEPS a los combustibles para mantener estables los precios de las gasolinas y el diésel.
Estimaciones de la Secretaría de Hacienda sugieren que, en ausencia de ese mecanismo que actúa como subsidio, la inflación general ya habría alcanzado niveles de 11 por ciento, en vez de 8.2 por ciento anual registrado en la primera quincena de julio.
Más allá de lo que digan las cifras, lo preocupante es que mientras en México la inflación general es la más alta en dos décadas, en EU es la más elevada en 40 años.
Impulsada por un aumento más generalizado de los precios, “la inflación (global) es una preocupación grave”, reconoció ayer el economista en jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas.
El especialista proyecta que la inflación permanezca elevada por más tiempo, por lo que controlarla debe ser la “máxima prioridad” de las autoridades.
El mensaje es que las decisiones que se tomen para reducir la inflación inevitablemente tendrán costos para toda la economía, pero actuar más tarde que temprano no hará sino exacerbarlos.