No se puede negar que México sea uno de los principales destinos de la nueva ‘ola de inversión’ generada por la reconfiguración de las cadenas globales de valor.
El país es uno de los mayores beneficiarios de las tendencias de relocalización de empresas o nearshoring a través de los flujos de inversión extranjera directa o IED.
Lo anterior queda en evidencia con el aumento en la IED, según las estimaciones del cierre de 2023 compartidas a El Financiero por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.
En términos de los flujos de IED a México, el año pasado se habría registrado una entrada de 43 mil 900 millones de dólares, un monto máximo desde que se tiene registro, con datos preliminares, porque aún no hay oficiales.
De acuerdo con el organismo de la ONU, México se ubicó entre los cuatro países del G20 que en 2023 vieron crecer la entrada de flujos de inversión extranjera directa, en su caso a un ritmo de 21 por ciento anual.
Alemania encabezó la lista de países con mayor incremento de IED en el último año, con 125 por ciento; seguido de Argentina, con 31 por ciento, así como de Canadá, donde también creció 21 por ciento, como en México.
Sin embargo, el país que más flujos de inversión extranjera recibió en 2023 fue Estados Unidos, con más de 334 mil millones de dólares; seguido de China, con casi 178 mil millones, y de la Unión Europea, bloque que captó 141 mil millones de dólares.
En seguida se colocó Brasil, con cerca de 68 mil millones de dólares; seguido de Canadá, con casi 56 mil millones, monto que supera al de México en 12 mil millones, según las estimaciones de la UNCTAD.
Sí, el indicador de IED se ha visto beneficiado por el fenómeno de la relocalización, pero México no es el único país que está en la ‘ola de inversión extranjera’.
El Banco Interamericano de Desarrollo fue uno de los primeros organismos en hacer un análisis sobre el impacto del nearshoring.
En 2022 el BID estimó que la relocalización de empresas en la región podría representar una ganancia potencial por el nearshoring de 64 mil millones de dólares en nuevas exportaciones latinoamericanas de bienes, donde México sería el país más beneficiado, con más de 35 mil millones de dólares al año; seguido de Brasil, con 7 mil 800 millones.
Esto se debe a diversos factores, principalmente la cercanía geográfica de México con Estados Unidos y la existencia del T-MEC, que le da acceso al mercado norteamericano.
Además de la cercanía con EU, que es el incentivo principal, otros factores que abren oportunidades a México como destino para la relocalización de operaciones de las empresas que surten al mercado estadounidense son el nivel de salarios y la existencia de una fuerza de trabajo calificada.
Diego Marroquín, experto en política comercial, recuerda justamente que “el BID decía que México tenía todo para ‘ganar por goleada’ en el caso del nearshoring, pues más de la mitad de las ganancias por relocalización iban a ir para México”.
El maestro en políticas públicas por la Universidad Georgetown dijo recientemente a este reportero que “un año después, el país (de la región) que más recibió inversión extranjera en los primeros seis meses de 2023 después de EU no fue México, sino Brasil”.
Así lo corroboran las cifras preliminares de la UNCTAD al cierre del año, donde EU se mantuvo como el principal receptor de IED en el mundo, mientras que Brasil fue la mayor economía receptora en América Latina, aunque los flujos de entrada se redujeron casi 22 por ciento contra 2022.
Esto quiere decir que “hay otros países en la región que están también trabajando y tratando de atraer la inversión”, señala Marroquín al referir igualmente como competidores de México a Vietnam e incluso el estado de Texas.
Los efectos del proceso de relocalización siguen reflejándose en México, pero sus beneficios aún son incipientes.
La expectativa es que con el paso del tiempo los beneficios del nearshoring tengan mayor impacto y derrama económica en el país.
Eso no se va a lograr mientras persistan limitantes como el debilitamiento del Estado de derecho, el clima de inseguridad y los retos de mayores facilidades logísticas y de mejoras en la infraestructura de transporte, energía y agua, entre otros.