Península

Exportar miel orgánica, el 'sueño' de esta comunidad maya

Productores de la localidad de Dzonotchel al sur de Yucatán trabajan para conseguir una certificación como productores orgánicos y poder exportar el endulzante.

La cooperativa yucateca Maya Caab (abeja maya en esa lengua) busca una certificación como productores orgánicos de miel con lo que podrían ofrecer su producto para exportación, aunque para ese paso aún les falta un elemento: recursos.

La Península de Yucatán exporta el 90 por ciento de su miel a Europa, según la Confederación de Asociaciones de Agentes Aduanales de la República Mexicana, con exportaciones en 2017 por más de 58 millones de euros de todo el país, por lo que los integrantes de la cooperativa buscan adecuarse a los requerimientos de ese destino para ofrecer su producto.

Cada quincena, Higinio Pech y un séquito de apicultores acuden al monte a sus apiarios para recolectar la miel que está en sus colmenas. Seis de las 30 que posee están ahí, a unos 10 minutos caminando. "Tenemos pocas cerca de la carretera porque luego se la roban", dice.

Higinio extrae cerca de 30 kilogramos de miel de estas seis colmenas, a unos 500 metros del camino que lleva a la comisaría de Dzonotchel desde la cabecera, Peto, al sur de Yucatán.

Para recolectar miel, los Pech extraen los cuadros de sus colmenas, unos marcos de madera de unos 45 por 20 centímetros, a los que les cortan la cera que los recubre y los colocan en un tanque con un extractor, una máquina que los centrífuga hasta que escurra toda la miel. "Hay que darle vuelta unos tres minutos", comenta.

Para lograr la certificación, sus tanques tienen que ser de acero inoxidable. Actualmente, los 15 productores que integran la cooperativa necesitan un primer tanque que podrían compartir, cuya capacidad ronda los 200 kilogramos del endulzante.

Antes de extraer la miel, los productores retiran la cera que se forma encima de la miel a lo ancho de la superficie. Para retirarla, uno de los Pech pasa un cuchillo casi al ras de la lámina de miel y la deposita sobre un colador, donde escurren pequeñas cantidades del endulzante. A la vez, la cera se aparta y se vende como otro de los productos de la miel.

A pesar de este trabajo, la miel que se centrifuga conserva algunos fragmentos de ese sólido. Dichos pedazos minúsculos llegan al escurrimiento, por lo que es necesario realizar además un filtrado.

"Ahorita es ya la última colecta que hacemos", afirma. Es la primera semana de junio y la época de floración ya terminó. Los recolectores de miel acuden a sus colmenas entre octubre y mayo, antes de la temporada de lluvias. Pero en este tiempo las abejas se tornan a la defensiva. Para alejarlas, los apicultores utilizan un ahumador en el que se queman olotes, o bacales, como ellos los llaman. "Las abejas se ponen celosas y ya no quieren que les quitemos su alimento", explica Pech.

En ese lapso de escasez, las abejas se alimentan de azúcar ante la falta de polen, lo que supone un costo adicional para los productores. Durante toda la temporada, aproximadamente utilizan un bulto de 50 kilogramos de azúcar para 10 colmenas.

La cooperativa, apoyada por el Centro de Competitividad de México del Consejo Mexicano de Negocios, se formó a finales del año pasado, y ahora se encuentra en fase de estandarización de procesos. Se estima que para finales de año, los 15 productores homologuen los procesos productivos y su miel alcance la calidad requerida.

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