CIUDAD DE MÉXICO. A las 12 del día, la campana de la Catedral Metropolitana retumbó por las calles que rodean al Zócalo capitalino. En el patio central de Palacio Nacional, el presidente Enrique Peña Nieto firmaba la promulgación de las leyes secundarias de la reforma energética. Y de las protestas esperadas, nada. En su lugar hubo gritos infantiles, de niños aún en vacaciones, que disfrutaban la Plaza de la Constitución.
En el Zócalo no hubo manifestaciones de rechazo. Silenciosa, una manta se desplegó desde lo alto del edificio de las oficinas de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, con un escueto mensaje: "No a la PRIvatización del Petróleo". No hubo más.
Ni el excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, ni sus seguidores fieles. Tampoco estuvo ningún perredista para gritar en contra de la promulgación de la legislación. Hubo calma en la ciudad.
LOS TOLETES NO APARECIERON
Solo las vallas metálicas y los policías con escudos y rodilleras que estaban listos para disuadir cualquier intento de manifestación. Eso sí, como es costumbre cuando el titular del Ejecutivo federal llega a Palacio Nacional, el primer cuadro de la capital se blinda. Pero además la ley vial se dejó de cumplir. Las camionetas ocuparon los espacios y las personas debieron rodear las rejas para llegar a sus destinos, los pasos peatonales se suprimieron y los semáforos se apagaron.