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'A star is born': no todo lo que brilla es Lady Gaga

La cinta, que marca el debut como director de Bradley Cooper, nos da un relato doloroso del precio de la fama.

El camino a la fama suele estar lleno de piedras y baches; todos los que han transitado por ahí saben que no hay algo llamado easy way; muchas veces, al llegar al pináculo, ella ya se llevó una parte de tu mente, de tu corazón o de tu alma; sin embargo, hay quien está dispuesto a pagar el sacrificio por disfrutar las mieles de la gloria, efímera o no. Esa es la historia de A star is born.

La historia, que ya ha sido llevada a la pantalla en tres ocasiones anteriores, no tiene muchoas variaciones: aquí, Jackson Maine (Bradley Cooper), es un músico de country que ha vivido asolado muchos años por los demonios del alcohol, de la soledad y la autodestrucción; en una noche de juerga típica, entra a un bar de travestis en donde descubre a Ally (Lady Gaga) una cantante que sueña con llegar al estrellato pero que no ha tenido el llamado golpe de suerte.

A partir de ahí, sabemos que la trama será predecible: él la convence de que tiene talento, ella le cree y surge el amor; ambos salen de gira y componen juntos sus canciones; después, vendrán los celos y la envidia entre el astro en caída y la diva en ascenso; tal vez la única escena rescatable de esta parte es un diálogo en el que ambos muestran su verdadera cara: ella cree que es un perdedor y él la acusa de haberse vendido para alcanzar la fama.

La historia comienza a ponerse interesante cuando se comienza a notar un pequeño pero muy importante detalle: mientras las otras adaptaciones giran en torno a la protagonista femenina (Janet Gaynor, Judy Garland y Barbra Streisand), en ésta es Bradley Cooper el centro de la cinta; es él quien obtiene el mayor peso al mostrarse como el músico que lucha contra el dolor y la destrucción que lleva por dentro y las ganas de redimirse al enamorarse de Ally; tal vez sea una de las cintas más 'rosas', por así decirlo, de Cooper, pero es, al menos, una de las más consistentes que ha hecho. Nada tonto, Cooper se ha dirigido a sí mismo para hacerse lucir más. No lo culpen. Directoras como Barbra Streisand han hecho lo mismo en trabajos como El príncipe de las mareas o El espejo tiene dos caras.

Mención aparte merece Lady Gaga. Un (otro) acierto de Cooper fue haber elegido a alguien como ella para interpretar a la joven ávida de fama y reconocimiento; Cooper sabía que para interpretar a Ally tenía que ser alguien que no fuera necesariamente buena actriz, pero que tuviera una voz profunda y una presencia magnética en el escenario, y no había otra opción que Stefani Germanotta; despojada de sus excéntricos atuendos y maquillaje y sin dotes histriónicas sobresalientes, Gaga entrega en esta cinta su mejor activo: su voz.

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