Dentro de lo impredecible, la filmografía de M. Night Shyamalan resulta predecible: giros y más giros de tuerca hacia resultados nunca previstos; personajes frágiles con poderes ocultos; hechos y criaturas inexplicables que ponen en peligro a ciudades y al mundo entero y Glass no ha sabido fallar en esta tradición e ir más allá.
Iniciada en el 2000 con El protegido (Unbreakable) y seguida por Fragmentado (Split) en 2017, Shyamalan cierra con esta película una trilogía que aborda la teoría de que los superhéroes no sólo viven en los comics sino que son reales, con poderes y habilidades reales y que entre nosotros.
Aquí, se muestra como al fin El Centinela (el siempre imperturbable Bruce Willis) se encuentra con La Bestia, la personalidad más violenta, fuerte y devastadora de La Horda, la serie de 24 personalidades que viven en el cuerpo de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy). Al intertar atraparlo, tanto él como Kevin son atrapados por la psiquiatra Ellie Staple, quien se especializa en pacientes con delirios de superhéroes y los lleva a un centro psiquiátrico en el (nunca por casualidad) también está internado el Señor Glass (Samuel L. Jackson), la mente maestra que sabe que los héroes, monstruos y villanos viven entre nosotros y a los cuales sólo les falta detonar su verdadero potencial.
Es aquí donde la doctora tratará de convencerlos de que son hombres comunes y corrientes, sin superpoderes ni habilidades, donde McAvoy se vuelve se transforma en un verdadero monstruo actoral al encarnar cada una de las 24 personalidades de Kevin y Glass lleva a cabo con precisión de relojería su plan para revelar al mundo quienes son realmente ellos tres.