Siempre hay algo de magia en quienes emergen del pantano para escalar al Olimpo. Kendrick Lamar, el hombre que le ha devuelto sofisticación y sustancia al rap, suele decir: "si te dijera que una flor creció en una habitación oscura, ¿confiarías en ella?".
La habitación de Kendrick se llama Compton. Un barrio de la periferia de Los Ángeles donde más del 80 por ciento de la población vive en pobreza, según el último censo oficial de EU de 2011. Pero Compton alberga más que tiroteos e injusticias. También es un bastión del hip hop: allí se formó N.W.A., la agrupación que en 1987 dio a luz a figuras como Dr. Dre y Ice Cube.
Hay ocasiones en que las selvas de concreto vomitan a sus frutos más exóticos. No pueden albergarlos por mucho tiempo porque el ecosistema pierde su equilibrio. Lamar brotó de la tierra más yerma.
Tartamudo y tímido, fue hijo de una pareja amenazada de muerte. Su padre, Kenny Duckworth, fue un criminal errante que huyó de Chicago para no ser asesinado por los Gangster Disciples, una de las bandas delictivas más peligrosas en los años 70. Sus tíos tenían lazos con The Bloods, otra mafia de unos 25 mil miembros en la ciudad angelina. En las reuniones familiares —cuenta él mismo en una entrevista de 2015 con Rolling Stone— prefería arrinconarse para contemplar la realidad a la que no quería pertenecer, y sobre la cual, años más tarde, se dedicaría a cantar.
En Humble, de su álbum DAMN., Lamar dice estar jodidamente enfermo y harto del Photoshop, muéstrame algo natural como el afro o Richard Pryor, muéstrame algo natural como un trasero con estrías.
El artista más nominado en los Premios Grammy 2017 —con seis candidaturas por su álbum DAMN— tiene sus raíces en un departamento de interés social del 1612 de la Calle 13, de donde salía todos los días para comprar su combo de pollo, papas y limonada en el Lousiana Fried Chicken. "Siempre fui un chico normal, nada extraordinario. Lo único que he hecho es extraer una perspectiva moral de mi barrio, rodearme de ambientes distintos al mío y llevar a mi barrio al mundo. Es la única manera de que mi comunidad sea escuchada. Utilizo mi fama para llevarlos a lugares que jamás visitarían en la vida real. Incluso la Casa Blanca", dijo a la televisora alemana ZDF en 2015.
Kendrick presenció su primer asesinato a los 5 años. Cuando, a pocos metros de su casa, vio acribillado a su vecino —uno de los tantos dealers adolescentes de su colonia— observó en ese charco de sangre el acto estético que lo llevaría a conformar el leitmotiv de su obra: la violencia como consecuencia no de la pobreza, el machismo o el racismo, sino de la condición humana.
Fiel a la vieja escuela del gangsta rap —fenómeno comercial de la década de los 90 que culminó con el asesinato de sus dos grandes figuras: Tupac y Biggie—, Kendrick narra la tragedia de las cloacas urbanas desde una lírica muy diferente a la de sus contemporáneos (Drake o ASAP Rocky). Quizás fue su pasión por la poesía —que le fue inculcada por un profesor de primaria como tratamiento para su tartamudeo— lo que hizo de este hombre de 1.65 metros un gigante del género, con temas que pueden transitar de las riñas callejeras y el alcoholismo a la desigualdad social y la sociedad de consumo.
Si no hubiera montado en la cuchilla, ¿todavía me amarías? Si tomo una decisión en el trabajo, ¿aún así me amarías? Preferiría que confiaras en mí más que amarme, manténlo entero, no te tengo, no tengo nada canta en Love.
Hace tiempo que el hip hop ha dejado de ser un asunto de pandillas. Con el 25 por ciento de las preferencias es el género más popular en Estados Unidos, incluso por encima del rock, un hecho sin precedentes en ese país, según Nielsen Music. Roger Daltrey, vocalista de The Who, ha destacado que los únicos que hoy dicen cosas interesantes son los raperos. Mucha gente le ha tendido la mano a Kendrick. Desde el legendario rapero Dr. Dre —su padrino musical— hasta U2 o Rihanna. Y aunque nunca lo conoció personalmente, inspiró a David Bowie a componer su último álbum, Blackstar (2016).
Rolling Stone lo ha nombrado el Mejor Rapero Vivo y desde 2012 sus tres álbumes —Good Kid, M.A.A.D. City, To Pimp a Butterfly y DAMN— han llegado al Top de Billboard. Su última producción obtuvo el disco de platino tras superar el millón y medio de copias vendidas en EU, algo que no sucedía desde Eminem.
El sociólogo español Sergio Ariza considera —en un artículo publicado en la revista Jotdown— que Lamar encabeza, alrededor del movimiento Black Lives Matters, "una nueva generación que lidera el resurgimiento de la nueva música negra de protesta". El crítico Daniel Kreps asegura que es el nodo del siglo XXI donde se unen los ritmos negros con naturaleza de protesta, desde el funk y el soul hasta el rock and roll.
Mi currículum es lo suficientemente real para dos milenios. Una mejor manera de hacer una ola es dejar de defenderlas. Medito y modero todas mis ganancias otra vez. Estoy colgado en la valla de nuevo, siempre estoy en tu mente.
Puse mis letras y mi línea de vida en la línea, y no hay límite cuando podría brillas, podría armarla. Estás jugando con eso en el momento correcto, ahora mismo.
Loyalty
Hay problemas de los que es inevitable hablar, está en mi sangre
Su grito de guerra contra el racismo fue To Pimp A Butterfly, "un disco tan negro como el corazón de un ario", como lo describe él mismo.
"Hay problemas de los que es inevitable hablar. Está en mi sangre. Yo soy Trayvon Martin, yo soy todos esos chicos negros", dijo a The Guardian hace un par de años. Se refería al asesinato del joven afroamericano de 17 años que, por motivos racistas, fue abatido a tiros en Florida por un vigilante privado llamado George Zimmerman.
"Vengo del fondo de la humanidad, mi pelo es en rastas, mi pene es grande y mi nariz ancha. Me odias, ¿verdad? Odias a mi gente y tu plan es acabar con mi cultura", dijo Kendrick en 2015. Hoy es el rey del hip hop. Y aún tiene mucho qué decir.