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'La favorita': el no tan sutil juego del poder

La más reciente obra de Yorgos Lanthimos muestra un retrato a la vez sutil y despiadado del ajedrez político para ganarse el favor de una monarca.

Ana Estuardo, nacida en 1665, fue la primera reina de Inglaterra, Escocia e Irlanda desde 1702 hasta su muerte en 1707; su vida estuvo marcada por el infortunio: tuvo 17 hijos, de los cuales todos murieron; Sus últimos años vivió aquejada de ataques de gota y erupciones en la piel, así como vista fallida. Incapacitada para ejercer realmente el poder, quien se ocupaba de todos los deberes reales era Sarah Churchill, duquesa de Marlborough, su amiga más cercana y una de sus consejeras más influyentes y de quien se decía que era la reina de facto. Su influencia sobre la monarca comenzó a mermar con la llegada de Abigail Masham, quien terminaría reemplazándola en la casa y en el corazón de la soberana. Esta es la historia que cuenta Yorgos Lanthimos en La favorita, su más reciente cinta.

El filme presenta diversos aspectos novedosos para iluminar la clásica historia de las intrigas palaciegas; los planos abiertos y las tomas fisheye permiten, con sencillez y limpieza, adentrarnos en las opulentas y recargadas estancias para darnos una idea del lujo y ostentosidad de la época; Robbie Ryan, a cargo de la fotografía, aprovecha a todo lo que da la luz natural y de las velas para recrear escenas llenas de penumbras y claroscuros como salidas de un cuadro de Vermeer o Rembrandt; el diseño musical, a cargo de Alexis Bennet y William Lyons pone al clavicordio y a los violines al frente para llenarnos de angustia, tensión y, por qué no, un poco de humor involuntario. Aquí, Lanthimos no ha escatimado en recursos para entregarnos una manufactura cinematográfica de primer orden.

Como cereza del pastel, están las protagonistas. Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone se embarcan en un verdadero threesome actoral en el que cada una va mostrando diversos matices; Olivia como una monarca a veces dolorida, a veces voluble (mucho), y a veces como niña pequeña, disfrutando y manipulando para ser la manzana prohibida; de Weisz no podíamos esperar menos y como Sarah Churchill, duquesa de Marlborough transita con gran maestría de la manipulación al infortunio y a la súplica como sólo ella y sus ojos saben hacerlo; como la más (y a veces demasiado) íntima amiga de la reina, no dudará en alistar sus piezas de ajedrez para evitar que influencias extrañas trastoquen el poder que tanto trabajo le ha costado conseguir; Emma Stone sorprende al mostrarse primero como una ingenua caída en desgracia que va develándose como una mujer cuya maquinaria mental corre mucho más rápido de lo que imaginábamos.

Sin embargo, aunque pareciera que estamos ante una cinta perfecta en el mejor sentido de la palabra, al final a La Favorita algo le hace falta; el director, en su costumbre de llevar a los extremos ciertas personalidades y conceptos (como en La langosta) pareciera que ha despojado deliberadamente a sus protagonistas de cualquier vestigio de empatía, corazón y compasión, suponemos que con el fin de magnificar las manipulaciones e intrigas de cada una de ellas, lo que lleva a plantear que en el ajedrez del poder, no caben los afectos, el remordimiento o la compasión; para tirar a la reina, o al menos tenerla a su mercede, los peones deben sacar las garras.

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