En las últimas tres décadas, la filmografía de Clint Eastwood, tanto como actor como director, ha contado historias de hombres de alta estatura moral, de convicciones sólidas y hasta cierto punto heroicas, como Flags of our fathers, Cartas desde Iwo Jima, Invictus, Sully y 15:17 Tren a París; sin embargo, el cineasta también se ha situado al otro lado del espectro al retratar hombres con un pasado tormentoso, a veces secreto y a veces dolorido, ángeles caídos que buscan redimirse ya sea a través del perdón o la venganza, una característica que se puede rastrear tanto en Los imperdonables, Million dollar baby, Francotirador y hasta en Los puentes de Madison County. Esta tradición también se hace presente en La mula.
En su nueva obra, Eastwood da vida a Earl Stone, un veterano de la Guerra de Corea que siempre puso como prioridad su trabajo antes que su familia; carismático y popular, dedicado al cultivo y venta de flores, es un hombre respetado y querido en el pueblo de Peoria, Illinois, pero también el ganador del resentimiento y rencor de su exesposa y su hija; los años y un revés de la fortuna lo ponen fuera de su vida cómoda y delante de la boda de su nieta, quien lo admira contra viento y marea, sin un sólo dolar en la cartera. El azar (u otra cosa), lo ponen en el camino de un cártel de droga para el cual termina transportando cargamentos entre Texas e Illinois.
Eastwood, de la mano de un precioso (a falta de un mejor adjetivo) guion a cargo de Nick Schenk, nos lleva por una especie de viaje doble: el de Earl recorriendo las carreteras estadounidenses con kilos de cocaína pero también por su mente, en la que trata de convencerse que todo no es por él: un viaje para pahar la boda de su nieta, otro más para pagar sus estudios y uno más para rehabilitar el centro de veteranos con los cuales este hombre, además de buscar el perdón de su familia, deja entrever que también lo hace por una no tan oculta intención de recuperar algo de su gloria perdida y volver a ser el hombre admirado y respetado.
Además de la doble travesía, en La mula transcurren dos historias paralelas: la de los agentes de la DEA que intentan identificarlo y darle caza y la del capo para el cual Stone trabaja. Para ello, Eastwood se rodeó de talento puro, una camada de actores de primera línea como Andy García, Lawrence Fishburne, Michael Peña y hasta un Bradley Cooper que ha dejado atrás las comedidas bobalicones para dar paso a personajes más profundos.
Y no nos confíemos de que los 88 años han suavizado a Clint Eastwood; no por viejos, sus personajes dejan de ser incómodos especialmente en esta era donde impera la corrección política; Earl Stone es de la vieja guardia, aquella que aún dice negratas a los afroamericanos, aquella para la cual los mexicanos no dejan de ser meros peones o beaners y aquella que culpa a la tecnología de todos los males de la actualidad ("esta generación está jodida porque no ve más allá del maldito celular que tienen en la mano"). No obstante, La mula no deja de ser una master class, una pequeña joya de las que a su edad, Eastwood aún se da el lujo de prodigar.