A la 25 de diciembre de 1985, dos estudiantes de veterinaria, Carlos Perches y Ramón Sardina, entraron al Museo Nacional de Antropología e Historia y efectuaron uno de los robos más escandalosos y vergonzosos de la historia moderna del país. Con la esperanza de hacerse ricos, extrajeron más de un centenar de piezas arqueológicas, las cuales tuvieron como destino final un clóset en la casa de Perches, quien fue arrestado mientras su cómplice aún está prófugo. Esta es la historia de Museo, cinta protagonizada por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris.
La película dirigida por Alonso Ruizpalacios permite a las generaciones actuales que no habían nacido o eran muy pequeños en ese año, plantear la pregunta de por qué y cómo se pudo perpetrar un robo de esa naturaleza. Simple y sencillamente: porque se podía. En aquellos años del Señor (1985), con la sociedad aún aturdida y destrozada por el terremoto ocurrido tres meses antes, la atención -y la prioridad- estaba puesta en rehacer la ciudad y su espíritu, no en implementar medidas de seguridad en un recinto en el cual se daba por hecho que nada podría -ni debería pasar-.
¿Por qué? Porque se podía. Porque si ahora los museos y recintos culturales tienen pocos recursos, en aquellos años estaban peor y no había recursos ni voluntad para proteger su acervo, tal vez por el hecho de que se daba por hecho que nadie se atrevería a atentar contra el patrimonio nacional, mucho menos unos mocosos universitarios que sólo tenían a la mano un par de lámparas y un par de maletas para guardar las piezas.
Quizá la pregunta más interesante que hace Museo no es por qué a alguien se le ocurre robar un recinto de este tipo, sino cómo a alguien se le ocurrió secundarla. ¿Hasta dónde llegan los límites de la amistad y hasta dónde ésta puede ser puesta a prueba?