Incestos, violaciones, genocidios, torturas y crímenes de guerra. Hombres y mujeres que se dejan seducir por la lujuria y la codicia. Que mienten, esclavizan y asesinan. Nada que no suceda en el mundo desde que el hombre es hombre. Nada que no haya sucedido durante los ocho años de Game of Thrones.
Si la Biblia y Shakespeare dejaron claro que la historia de la humanidad es un matadero, con Juego de Tronos se confirmó que esa historia puede venderse muy bien. Más de mil 200 muertes HBO regaló a su público durante las ocho temporadas que conformaron esta serie que brindó por igual morbo que lecciones de gobernanza y poder.
"Es la mayor apuesta de la televisión en mucho tiempo: jamás se había producido un espectáculo tan complejo y tan sofisticado en fondo y forma", observa el crítico de televisión, Álvaro Cueva. Porque Game of Thrones, dice, cumple con la premisa básica del entretenimiento: divertir e influir en la vida cotidiana.
En España, más de 300 familias han decidido ponerles a sus hijos los nombres de los personajes de la serie. En Estados Unidos, 27 millones de trabajadores admitieron que faltaron al empleo, llegaron tarde o hicieron home office por ver el capítulo final que se transmitió la noche del domingo pasado, de acuerdo con la encuesta Absence is Coming, elaborada por The Harris Poll. Sólo el Super Bowl había causado tales índices de ausentismo laboral.
Muchos han criticado el final de la serie: que si se hizo con prisa, que si no se apegó a los libros de George R.R. Martin, que si se descuidó la producción. Aunque también hay quien recuerda —como Daniel Krauze en sus columnas publicadas en El Financiero y Letras Libres— que así fue GoT desde sus inicios: sensacionalista e incómoda con su propia audiencia, a la que nunca quiso complacer con historias felices o giros narrativos trillados. "Decir que vemos GoT por la sofisticación de sus diálogos y sus personajes es como afirmar que compramos Playboy por los artículos".
Según datos de Twitter, en los últimos cuatro años se han tuiteado 200 millones de mensajes relacionados con la serie en esta red social. Finalmente, no se trata de cualquier producto, sino de una "serie total" en la que conviven relatos que ya se han contado durante muchos siglos, asegura Cueva.
"Es un juego creativo muy poderoso que resume las historias que todos hemos visto, escuchado o leído alguna vez. En GoT hay situaciones shakespearianas, elementos de tragedia griega, leyendas germánicas, acontecimientos reales de Gran Bretaña (como La Guerra de las Rosas) y referencias a El Señor de los Anillos", considera el experto.
Según datos de la propia producción, se utilizaron alrededor de 15 mil galones de líquido rojo para cubrir los ríos de sangre que se derramaron desde 2011. "GoT supo calibrar a sus audiencias en cada temporada al ver cuánto soportaban los espectadores los niveles de violencia y las inmoralidades", apunta Cueva.
Y aunque la violencia no es el factor determinante de GoT, sí es su mejor ancla para atraer audiencias, consideran los expertos.
"La sangre y el sexo son sus principales puntos de venta, pero la historia estriba en la brutalidad de la guerra y en las familias poderosas", explica el profesor de Letras Inglesas de la UNAM, Patricio Bidault. "Si Shakespeare daba lecciones sobre cómo debe ser (Enrique V) o cómo no debe ser (Ricardo II) un gobernante, GoT concluye que no importa quién esté en el trono: la monarquía no funcionará porque está compuesta por humanos que obedecen a sus pasiones".
De esta forma, asegura Bidault, la serie determina que no existe el gobernante justo y leal, porque al final se verá obligado a traicionar a alguien, como lo hace Jon Snow.
"GoT es una lección sobre la realidad de los hombres que ejercen el poder; nada extraño en un autor norteamericano que está interesado en brindarnos algunos comentarios sobre el mundo violento en el que vivimos, que día a día es aquejado por el calentamiento global, el auge de movimientos fascistas y las armas de destrucción masiva. Problemas que la serie aborda desde símbolos fantásticos, como los dragones o los reyes totalitarios", observa.