Peter Jackson, quien ha hecho de la fantasía su reino con obras de arte cinematográficas como las trilogías de El señor de los anillos y El hobbit, se pasa al otro lado del espectro con el que tal vez sea su trabajo más personal hasta el momento, para retratar el horror y pobredumbre de la guerra.
Con They shall not grow old, su obra más reciente, el cineasta neozelandés hace un poco de Mago de Oz a la inversa: del blanco y negro que muestra lo idílico y romántico que era para estos chicos que no pasaban de los 18 años (y que una buena parte de ellos ni siquiera se acercaba) pelear en el frente en la Primera Guerra Mundial, se va al color que muestra el horror, la muerte y la desesperanza en toda su magnitud.
El documental, hecho para conmemorar los 100 años del fin del conflicto armado, fue elaborado con material de archivo del Museo Imperial de Guerra de Londres y entrevistas originales a soldados resguardadas por la BBC que pelearon en ese conflicto armado que cambiaría el mapa político de Europa para siempre.
"Quería llegar a través de la niebla del tiempo y llevar a estos hombres al mundo moderno moderno para que pudieran recuperar su humanidad una vez más, en lugar de ser vistos sólo como figuras tipo Charlie Chaplin vistas en películas vintage. Usando los recursos tecnológicos para borrar las limitaciones técnicas del cine de hace 100 años, podemos ver y escuchar la Gran Guerra como la experimentaron", explicó Jackson en una entrevista a la BBC.
Gracias a esa misma tecnología, podemos ver cómo estos chicos, que tenían un concepto ingenuo (y hasta romántico) de lo que era pelear en una guerra, van transformando su noción a medida que experimentan lo que en verdad es estar en un campo de batalla en la Europa de principios del siglo XX: el lodo, la ropa sucia, las ratas, los piojos, el gas mostaza, los cadáveres de sus compañeros y caballos dispersados en el campo, convivir diariamente con lo que uno de ellos llamó "el olor de la muerte".
They shall not grow old resulta una cápsula contra el olvido: a no dejar en las tinieblas de la Historia a estos niños-hombres-soldados de ojos azules y dientes chuecos que vieron cosas que jamás nadie vio y que se las vieron negras para ser aceptados en una sociedad postbélica y recordarle a las generaciones actuales que con o sin armas y dispositivos diseñados para herir o matar, la pérdida más invaluable en una guerra siempre ha sido y serán las vidas humanas.