Reflector

Una estampa de psicodelia, lluvia e Hipnosis desde las montañas

El clima londinense y los visuales a cargo de The Mustachio Light Show predominaron por más de 12 horas en el festival.

Amasado en fango y atmósferas musicales, de Nueva York a Japón pasando por Reino Unido: el festival Hipnosis 2019 fue una estampa de agrupaciones que conciben el arte desde el delirio, la introspección o aquello que podría existir en el espacio exterior.

Un clima londinense y los visuales a cargo de The Mustachio Light Show predominaron por más de 12 horas en que los asistentes se entregaron a la lluvia y al ritmo de la psicodelia.

Sei Still abrió el escenario principal para tocar su último sencillo 'El Camino', así como sus Tácticas de Guerrilla Urbana; este álbum contiene una canción homónima compuesta por texturas de ácidos lisérgicos con efecto de diez minutos.

Para el segundo acto, tanto de The Darts como el aguacero fueron llamados a escena. Hubo quienes se resguardaron en pequeñas carpas cercanas al escenario principal, mientras que a una centena de personas poco les importó si traían chamarra o impermeable; algunos abandonaron en el lodo sus inhibiciones e incluso su calzado para escuchar a los estadounidenses arropados en el garage.

La voz de Lila Ramani sedujo a los espectadores del tercer acto. La acompañaban Jesse Brotter (bajo), Brian Aronow (sintetizadores, teclado y saxofón) y Jonathan Gilad (batería), todos integrantes de Crumb.

Ahí, en ese boscoso y gris paisaje, sonó el funk, la psicodelia de los sesenta con un toque de jazz y la libertad del indie presentes en Jinx (2019), disco debut de estos bostonianos que bien podrían sonar para un Corona Capital.

Hacia las seis de la tarde, cuando la lluvia volvía a sonar, arribaron al escenario los japoneses de Kikagaku Moyo, quienes pusieron un instrumento de semitonos en juego: el sitar. Su estilo, basado en la atmósfera del rock setentero con las voces de Tomo Katsurada (guitarra) y Go Kurosawa (batería y voz), recordaba a un narrador en off que guía a los escuchas por los senderos del progresivo.

Al mismo tiempo, el escenario Abducción fue una alternativa para quienes decidieron escuchar algo menos guitarrero y más en el mood tornamesa, acompañados de visuales hechos por The Mad Alchemy y Liquid Light Show.

Un viaje hacia la nostalgia y el delirio

La antesala para que llegara el planeta Lennon-Claypool fue gobernada por Uncle Acid and the Deadbeats y Mild High Club, quienes no frenaron al público para que se acercara al escenario, a pesar de la laguna de lodo en que se habían convertido Las Caballerizas.

Ambas agrupaciones tocaron por una hora, una detrás de la otra, para pintar una atmósfera sonora que culminaría con The Claypool Lennon Delirium en escena.

Arrancaron con una oda: 'Astronomy Domine', un clásico de Pink Floyd, para dejar en claro que habíamos aterrizado en el planeta delirio, seguido de 'Little Fishes'. Una reverencia a la música del Reino Unido y un toque de su último lanzamiento, South of Reality (2019).

"Qué onda mis carnales, qué chingón estar en México", gritó Sean Lennon al terminar la segunda canción.

Más tarde, Les Claypool volvió a recordar los pequeños discursos que hace con Primus: "Esto es The Claypool Lennon Delirium, aquí está la parte Claypool y allá la parte Lennon".

En su setlist no faltó 'Blood And Rockets: Movement I, Saga Of Jack Parsons-Movement II, Too the Moon' ni 'South of Reality'.

Las odas regresaron y la genialidad que Robert Fripp le imprimió en 1969 a 'The Court of the Crimson King' encendió la fría noche con un tema coreado por la mayoría de los asistentes.

El cierre de la presentación parecía un aquelarre al que fue invocado el espíritu de John Lennon. Por algunos minutos uno podía cerrar los ojos para imaginar al cuarteto de Liverpool interpretar una de las canciones más icónicas del disco Revolver (1966): a poco más de medio siglo de ser compuesta, 'Tomorrow Never Knows' sonaba cual si la hubieran concebido recientemente.

Stereolab salió en punto de las 23:15, con la puntualidad que caracteriza a los ingleses, y 'Anamorphose' fue el primer tema que sonó.

Lætitia Sadier cautivó con su francés exacto y le siguieron 'Brakhage ' y 'French Disko'; los europeos tocaron un full show con duración de hora y media que se sumergió en la nostalgia de la vanguardia pop de los noventa.

En su roster no faltaron 'Metronomic Underground' ni 'Lo Boob Oscillator' para cerrar con 'John Cage Bubblegum'.

Las condiciones naturales se prestaron para que el slam y el stoner se fusionaran al ritmo guitarroso de Fu Manchú que lanzó 'Eatin' Dust' para calentar los motores de sus seguidores en una madrugada colmada de frío.

Siete canciones bastaron para encender Las Caballerizas durante una hora, durante la cual no faltó 'Evil Eye', 'King of the Road ' y 'Saturn III' como los platos fuertes.

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