La menstruación ha sido vista, históricamente, como una antagonista o el capítulo indeseable de cada mes, sinónimo de angustia y dolor, que las mujeres y personas menstruantes (hombres trans y quienes están dentro del espectro no binario) experimentan durante toda su etapa fértil de manera cíclica.
De ser un proceso tan natural, saludable e incluso sagrado en las antiguas culturas pasó a convertirse en un proceso vergonzoso, de inferioridad y de desventaja biológica, recordando a Miranda Gray en Luna Roja, a partir de la formación de las primeras sociedades patriarcales.
Esta visión impuesta por las dinámicas del capitalismo y las religiones en un ‘mundo de hombres’, desencadenó incógnitas, condicionamientos, desinformación y desconocimiento, lo que provocó una desconexión, generación tras generación, con nuestro propio cuerpo y nuestro “segundo corazón”, el útero.
“Nos han enseñado que la menstruación es algo que se vive a solas, en privado, desde el dolor, desde la vergüenza. Siempre ha estado esa parte de ‘No le digas a nadie, que nadie se entere, qué pena’, pero ahora debemos ver ese proceso desde el acompañamiento, desde la conversación colectiva”, declaró en entrevista Pamela Ballesteros de Círculo Matricaria.
Si el ciclo nos habla, en cada una de sus fases, mostrándonos signos específicos de salud hormonal, física y emocional... ¿Por qué no entablar un diálogo con nuestra menstruación? ¿Por qué no hablar sobre el sangrado y lo que implica llegar hasta esos días con respeto y empatía?
El ciclo menstrual: más allá de solo sangrar
Existe una idea generalizada de que las mujeres tienen sangrados entre tres y siete días al mes y que eso es todo. Pero esto es apenas una de las cuatro etapas del ciclo menstrual.
La ginecóloga Teresa Guerrero explicó en entrevista que la menstruación es la parte inicial del ciclo, después llega “una fase que llamamos secretora, (donde) lo que vamos a tener son cambios hormonales que van a preparar al tejido endometrial” y en este episodio se elevan dos hormonas: el estrógeno y la folículo-estimulante. Estas preparan al ovario para liberar un óvulo.
La tercera fase es, entonces, la ovulación, durante la cual se eleva la hormona llamada progesterona. Aquí ocurren dos escenarios: puede presentarse el embarazo y el cuerpo tendrá los cambios que generarán que este continúe. O, por otro lado, si no hay un embarazo, bajarán nuestros niveles de progesterona y de estrógenos, porque el cuerpo ‘se alista’ para recibir una nueva menstruación.
Aquí llega la cuarta fase: la etapa premenstrual. Y, claro, la menstruación, que conecta con el siguiente ciclo. Esto ocurre de manera cíclica, mes con mes (en el caso de las personas que son consideradas regulares).
Para Círculo Matricaria, un espacio de reflexión sobre el ciclo menstrual, el autocuidado y la herbolaria para la salud cíclica, que las mujeres estudien de manera autogestiva su ciclo ayudará a que este sea más armónicos.
¿Cómo nos afecta estar desconectadas del ciclo menstrual?
El desconocimiento del cuerpo puede ser una contradicción, consideró Ballesteros, “porque ahora tenemos muchas más herramientas para poder gestionar nuestra menstruación, están las copas, las toallas de tela, muchos más productos, tenemos mucha más visibilidad, más información. Sin embargo, aún estamos inmersas en un ajetreo social, cultural, productivo, laboral, capitalista” que no deja tiempo para el autocuidado y el autoconocimiento.
Conocer nuestro ciclo menstrual es importante, porque el sangrado es una huella de bienestar, agregó.
La ginecoobstetra Yoalli Palma contó en entrevista que este desconocimiento también nos hace creer que la sangre es sucia. “Creo que la (mentira) que más afecta la calidad de vida de las mujeres es el famoso sentir asco por la sangre menstrual, y la segunda es normalizar una alteración en la calidad de vida. Evidentemente esta información falsa que tanto se repite termina afectando la manera de entender la menstruación. Hay mujeres que pueden llegar a sentirse deprimidas cada que le baja por el dolor o hay mujeres que no saben cómo cambiarse la toalla o qué opciones hay, como la copa menstrual, gracias a que no se habla lo suficiente, empezando por el personal de salud”.
Sanar y reconciliarnos
Para empezar a abrir un canal de sanación y reconciliación, es necesario cambiar el chip y comenzar a ver a la menstruación como algo propio: “nuestra sangre, nuestro poder creativo, todo lo que sale es nuestro; no es asqueroso, ni desagradable, ni malo. Todas las mujeres que inician con este ejercicio se empiezan a dar cuenta de que viene de algo que nunca se cuestionaron, fue algo impuesto, y con este diálogo interno, con amigas, con demás mujeres, empezando a investigar, a ser un poco más creativas y más curiosas, podemos empezar a normalizarlo y al mismo tiempo hasta disfrutarlo”, comentó Mariela, quien es doula y creadora de Munaykii.
La única manera de normalizar la menstruación es hablando de ella de manera natural, apuntó la doctora Palma.
Desde Círculo Matricaria, se fomenta que las mujeres realicen su propio diagrama menstrual y que comiencen a observarse, “a perderle el asco a la sangre, a los fluidos vaginales”, y a partir de ahí buscar alternativas con métodos más naturales como las copas o las toallas de tela “que son productos que justamente te orillan o te invitan a que toques tu sangre, a que toques tu vulva, a que estés atenta a tu menstruación”. Es una exploración, pero el acompañamiento y hacer colectivo este conocimiento es igual de importante, puntualizó Ballesteros.
La copa puede ser un gran paso hacia esta reconección, detalló Mariela, pues esta te ‘invita’ a hacerte cargo de limpiarla, de saber cómo guardarla, muy distinto a una toalla sanitaria que solo se enrolla y se tira a la basura.
Colectivizar para aprender
Al colectivizar la menstruación, no deberíamos romantizarla, idealizarla ni homogeneizarla como si todas las mujeres (y personas menstruantes) tuvieran exactamente la misma vivencia, declaró Ballesteros. “No todas tenemos que estar reconciliadas con la menstruación y vivirla bien, ni estar a gusto. Creo que tampoco es una regla, ni tampoco es un mandato”.
En cuanto a la educación en México, Ballesteros señaló que hace falta que se naturalicen las temáticas relacionadas con los cuerpos de las mujeres, que el útero, la vulva y demás órganos sean nombrados como tales, y que las familias y las y los profesores puedan hablar de esto con empatía.
En el marco de la reforma sobre Menstruación Digna, desde la cual se buscará brindar toallas sanitarias y otros productos de gestión menstrual en las escuelas, también se impulsará generar conocimiento y hablar de este proceso en las aulas. Esto es también parte de colectivizar.
La menstruación es un tema que en los salones de clases debe ser tratado con dignidad y respeto, indicó Mariela.
Para la doctora Palma, niñas y adolescentes deben aprender dónde están y cómo son los órganos reproductores, normalizar la idea de que la sangre no es mala ni sucia, “que cuando se presenta es un cambio normal y que va a pasar mes con mes”, y que la menstruación no tiene por qué ser dolorosa a un nivel que afecte la calidad de vida. Añadió que la salud menstrual debe basarse en las características de cada persona, por lo que cada una debe poder elegir con qué producto la gestiona.