Las personas con COVID-19 podrían experimentar hasta por más de cuatro meses un ritmo cardíaco irregular después de desarrollar los síntomas iniciales de la infección causada por el virus SARS-CoV-2, sugiere un estudio.
Si bien hasta ahora ya se han observado síntomas de COVID a largo plazo marcados por disfunción autónoma y daño cardíaco, un grupo de investigadores se dieron a la tarea de cuantificar estas afecciones.
Mediante un estudio publicado en la revista médica JAMA Network Open, los científicos analizaron a 875 personas que reportaron síntomas de una enfermedad respiratoria en Estados Unidos, de las cuales 234 fueron positivas a COVID-19 y 641 resultaron negativos a la enfermedad.
Descubrieron que las personas con COVID-19 tardaron más en volver a su frecuencia cardíaca en reposo, recuperar sus patrones de sueño y actividad física normal.
Además, los individuos COVID inicialmente experimentaron una bradicardia transitoria seguida de una taquicardia relativa prolongada que no regresó al valor inicial de la frecuencia cardíaca, en promedio, hasta 79 días después del inicio de los síntomas.
Incluso hubo un pequeño conjunto de participantes que mantuvieron una frecuencia cardíaca en reposo de más de cinco latidos por minuto mayor que su frecuencia inicial, la cual no volvió a su normalidad durante más de 133 días.
Durante la fase aguda del COVID, los individuos de este grupo informaron frecuencias más altas de tos, dolor corporal y dificultad para respirar.
En cuanto a la actividad física y la cantidad de sueño, estos volvieron a los valores iniciales antes que la frecuencia cardiaca en reposo a los 32 y 24 días, respectivamente.
“Encontramos un impacto fisiológico prolongado de la infección por COVID-19 que dura aproximadamente de dos a tres meses, en promedio”.
“Nuestros datos sugieren que los primeros síntomas y una mayor respuesta inicial de la frecuencia cardiaca en reposo a la infección por COVID-19 pueden estar asociados con la duración fisiológica de la recuperación de este virus”, señalaron.