El daño renal es indoloro y silencioso, y es la última dolencia identificada que afecta a un amplio grupo de sobrevivientes del COVID-19.
Las lesiones al órgano que filtra la sangre pueden presentarse entre las personas que se recuperaron del coronavirus en sus hogares y la prevalencia aumenta de acuerdo con la gravedad del COVID, encontró un estudio.
Incluso los pacientes no hospitalizados sin problemas renales tienen casi el doble de riesgo de desarrollar una enfermedad al riñón de fase terminal en comparación con alguien que nunca tuvo COVID.
Los hallazgos, publicados este miércoles en la revista Journal of the American Society of Nephrology, destacan otra consecuencia perniciosa de la pandemia que ha enfermado a más de 200 millones de personas en todo el mundo.
Enfermedad renal de fase terminal
Los datos muestran que de cada 10 mil de estos pacientes de COVID, 7.8 personas más necesitarán diálisis o trasplante de riñón.
“Este no es un número pequeño, si se multiplica por la gran cantidad de estadounidenses, y también a nivel mundial, que podrían padecer una enfermedad renal de fase terminal”, dijo Ziyad Al-Aly, director del centro de epidemiología clínica del Sistema de Atención Médica de Asuntos de Veteranos de San Luis en Misuri.
“Esto es realmente enorme y literalmente dará forma a nuestras vidas durante probablemente la próxima década o más”, aseguró el especialista.
Al-Aly, quien dirigió el estudio, y sus colegas extrajeron en abril datos recopilados durante la prestación de atención de rutina de la Administración de Salud de Veteranos para documentar la serie de efectos debilitantes que afectan a los sobrevivientes del COVID meses después del diagnóstico, desde coágulos de sangre, derrames cerebrales, diabetes y dificultades respiratorias hasta daños cardiacos, hepáticos y renales, depresión, ansiedad y pérdida de memoria.
La última investigación de Al-Aly comparó los riesgos de afecciones relacionadas con los riñones en 89 mil 216 usuarios de dicho servicio de salud que sobrevivieron al COVID con más de 1.7 millones de contrapartes que no habían padecido la enfermedad.
“Lo que es realmente problemático acerca de la enfermedad renal es que es completamente silenciosa, que en realidad no se manifiesta con dolor ni ningún otro síntoma”, dijo Al-Aly, quien también trabaja como nefrólogo.
Al-Aly y sus colegas descubrieron que los pacientes con COVID no hospitalizados tienen un 23 por ciento más de riesgo de sufrir una lesión renal aguda dentro de los seis meses siguientes a padecer la enfermedad, una condición que impide la eliminación de desechos y toxinas de la sangre.
Los médicos que atienden a los sobrevivientes de COVID también deben estar alertas a un amplio espectro de enfermedades renales entre estos pacientes, recomendó Al-Aly.