Es cierto que, a la hora de alimentarnos, es crucial tener en cuenta el efecto que los alimentos tienen en nuestro organismo. Ahora bien, también el impacto que tiene su producción en el medio ambiente.
Para reflexionar sobre ello se celebra, cada 18 de junio desde 2016, el Día de la Gastronomía Sostenible, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas.
Situación actual de la producción
Estamos sometiendo a nuestro planeta a una presión insostenible. Esto se debe al elevado uso que hacemos de los recursos disponibles, con el objetivo de responder a la creciente demanda de alimentos en todo el mundo.
Si cada vez necesitamos más alimentos, deberemos aumentar su producción. Una de las consecuencias será un agotamiento progresivo de los recursos naturales. Con ello, la degradación del medio ambiente.
Es por ello por lo que necesitamos replantearnos las políticas integradas de población, recursos y medio ambiente, de forma que la agricultura y la producción de alimentos puedan restablecerse sobre bases sostenibles.
Además, las medidas se deberían combinar con estrategias destinadas a mejorar los patrones de consumo de alimentos de la población. Al fin y al cabo, nuestra alimentación tiene mayor impacto ambiental del que pensamos.
Por ejemplo, se estima que una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero están relacionadas con lo que comemos, de la que una porción es debida al desperdicio de alimentos que también perjudica gravemente a nuestro medio ambiente.
Desperdiciamos alrededor de una tercera parte de los alimentos que producimos. Y más del 40% de este desperdicio se produce en casa.
¿Qué alimentos tienen un mayor impacto en el medio ambiente?
En general, la alimentación en muchos países es rica en alimentos de origen animal, como carne y lácteos. Precisamente parte de los productos que más contaminan. De hecho, en las dietas se incluye tres veces más de carne, productos lácteos y azucarados, y un tercio menos de frutas, verduras y cereales de lo recomendado.
La mayoría de las emisiones son debidas al uso de la tierra y a la actividad agrícola y ganadera.
Por ejemplo, la producción de carne de vacuno es la que tiene la mayor huella de carbono. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, es la responsable del 14 por ciento de los gases totales de efecto invernadero.
Las vacas liberan gran cantidad de metano debido a su estiércol y las emisiones durante la digestión de hierbas y plantas. Este gas se produce en el estómago del ganado debido a la fermentación entérica y es uno de los compuestos que más contribuye al calentamiento global.
Los animales rumiantes, como vacas, ovejas y cabras, además, necesitan una mayor cantidad de alimento y más superficie de tierra para crecer.
En el lado opuesto, la producción de guisantes, por ejemplo, emite 60 veces menos gases que la de carne de vacuno y 20 veces menos que la de cordero o la de queso.
Es cierto que la producción de otros tipos de carne, como la de pollo y cerdo, generan menos emisiones. Aun así, siguen siendo más elevadas que la de la mayoría de productos de origen vegetal.
En general, el procesado, envasado, transporte y venta de las carnes tiene poco impacto ambiental en comparación con la producción de la carne misma.
De todos modos, vale la pena apoyar los alimentos locales y sus productores, ya que se relacionan con una alimentación más saludable. Al final, los alimentos locales a menudo se asocian a productos vegetales frescos de temporada, como las frutas y hortalizas, alimentos más sabrosos y con una elevada cantidad de nutrientes.
Alternativas sostenibles de alimentación
Incluir más alimentos vegetales y menos carne y lácteos en nuestras dietas no solo beneficiará al medio ambiente. También supondrán un punto extra a nuestra salud.
La dieta mediterránea, por ejemplo, es un buen modelo. Se basa en el consumo elevado de alimentos vegetales como frutas, hortalizas, legumbres, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva; sin excluir una pequeña cantidad de carne y otros productos de origen animal.
La proteína es esencial para el crecimiento y reparación de nuestras células y tejidos. Aunque normalmente se asocia a productos de origen animal, en realidad son muchos los alimentos vegetales ricos en este macronutriente.
Siempre que se obtenga de una variedad de fuentes vegetales, podremos satisfacer fácilmente nuestras necesidades de proteínas a través del consumo de legumbres, frutos secos y semillas. La quinoa, trigo sarraceno y amaranto también son fuentes ricas en proteína vegetal.
De hecho, es recomendable priorizar las de origen vegetal a las animales, especialmente con el consumo de legumbres.
Las legumbres son alimentos con un valor nutricional elevado que pueden sustituir la carne, pescado, huevos o lácteos. Se trata de una alternativa completa, fuente de fibra, que aportan proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales. El abanico, además, es amplio: lentejas, garbanzos, alubias, soja, guisantes, habas, altramuces, alfalfa e incluso cacahuetes y algarrobas.
Dieta saludable y sostenible
En realidad, una dieta sostenible coincide con una dieta saludable que aumenta el consumo de alimentos vegetales frescos y reduce los de origen animal.
En una dieta más saludable, compatible con una producción sostenible de alimentos, se recomienda que la mitad de nuestro consumo sea de alimentos de origen vegetal a base de frutas, verduras y hortalizas, además de frutos secos.
La otra mitad deberían ser cereales integrales y fuentes de proteína vegetales, con una presencia baja de carnes, lácteos, azúcares añadidos y sal.
En conclusión, una alimentación saludable y sostenible debe priorizar la proteína de origen vegetal, especialmente legumbres. También debe incluir alimentos vegetales frescos de temporada, reducir el consumo de carne, lácteos, y evitar el desperdicio alimentario.
Todo es posible con una buena planificación de comidas nutritivas.
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*Por Gemma Oms Oliu Professora Agregada del Departamento de Tecnología de Alimentos (Área de Nutrición y Bromatología), Universitat de Lleida
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