Aunque las vacunas han contribuido a contrarrestar la gravedad del COVID-19, las variantes del virus siguen apareciendo y, algunas, se fortalecen. Un ejemplo claro es ómicron, que en enero provocó la cuarto ola de contagios en México y sus subvariantes BA.5 Y BA.4 han sido protagonistas de la actual ola de contagios.
Ante esto, el reconocido científico Eric Topol, quien es fundador y director del Instituto de Investigación Traslacional Scripps, analizó las paredes de inmunidad creada en distintos países.
De acuerdo con el especialista, el término “muro de inmunidad” es usado para describir colectivamente los diversos factores que podrían causar la disminución de las olas pandémicas.
La edad es especialmente importante dada la inmunosenescencia, es decir, la respuesta inmune menos potente que aumenta con la edad avanzada.
Los “ladrillos” en el muro de inmunidad de una población también incluyen qué variante circuló previamente, cuándo se vacunaron las personas y la salud general de la población, así como otros factores.
Debido a la variación en el sistema inmunológico humano, algunas personas obtuvieron una protección más duradera de sus vacunas o infecciones previas. La disminución de la inmunidad es un problema real, pero está lejos de ser uniforme o universal.
Además, es importante considerar el muro de inmunidad de cada población para entender el impacto del virus y su arco evolutivo.
¿Por qué es difícil predecir la ola de ómicron BA.5?
La ola de la subvariante BA.5 ha sido la más difícil de predecir porque la falta de pruebas significa que realmente no sabemos qué está pasando. Scarpino dijo que los estudios de aguas residuales han indicado una circulación viral tan rampante como la ola de la subvariante de ómicron BA.1 del invierno enorme pasado, pero con muchas menos muertes y hospitalizaciones.
En las encuestas, las personas dicen que están volviendo a la normalidad, no obstante porque piensan que la pandemia ha terminado, sino porque valoran aspectos de su vida normal y reconocen que el virus no va a desaparecer.
Esa es una razón aún mayor para que la ciencia siga recopilando datos a través de aguas residuales o pruebas de vigilancia en las universidades. Los científicos necesitan esos datos para conseguir un panorama más nítido de por qué las olas aumentan y disminuyen, y tal vez, a la larga, para evitar que la próxima ola crezca.