Salud

Cierto o falso: ¿De verdad el COVID daña el sistema inmune y nos hace más vulnerables?

Generalmente, el sistema inmune vuelve a la normalidad después de 2 o 4 meses de enfermar de COVID-19.

Investigadores de todo el mundo intentar resolver por qué el mundo sufre más infecciones respiratorias tras la pandemia de COVID-19.

Durante los últimos meses, muchos países del hemisferio norte han sufrido una gran oleada de infecciones víricas respiratorias. Entre ellas se encuentran el VRS (virus respiratorio sincitial), la gripe y el COVID-19, a las que en niños se suman infecciones bacterianas como las causadas por el estreptococo A.

A veces, estas infecciones pueden ser muy graves. En varios países del mundo se ha registrado un enorme aumento de los ingresos hospitalarios durante el invierno, lo que ha sometido a los servicios sanitarios a una gran presión.

Esto ha llevado a muchos a plantear si el problema es que el COVID daña nuestros sistemas inmunitarios, dejando a los infectados más vulnerables a otras enfermedades infecciosas como la gripe.

Otra idea propuesta para explicar el aumento de los virus respiratorios es que los niños “se perdieron” las infecciones comunes de la infancia durante el apogeo de la pandemia, y que esto les ha hecho más vulnerables a estas infecciones debido a una “deuda de inmunidad”.

Pero ¿hasta qué punto son creíbles estas explicaciones?

COVID y nuestro sistema inmunitario

El sistema inmunitario humano ha evolucionado para hacer frente a diferentes infecciones. Dispone de una variedad de armas que pueden utilizarse no sólo para erradicar los agentes infecciosos, sino también para recordarlos y dar una respuesta más rápida y adaptada en cualquier encuentro posterior.


Paralelamente, muchos agentes infecciosos han desarrollado trucos para tratar de evadir nuestro sistema inmunitario. Por ejemplo, un parásito llamado Schistosoma mansoni se disfraza para evitar que el sistema inmunitario lo detecte.

El SARS-CoV-2, virus que causa el COVID, también tiene trucos bajo la manga. Como muchos otros virus, se ha demostrado que evade la inmunidad del huésped, sobre todo las variantes más nuevas. Estudios recientes han demostrado que puede interferir con la capacidad de las células inmunitarias para detectarlo dentro de las células. Esto es preocupante, pero no está claro que tales cambios afecten a la inmunidad frente a otras infecciones.

Los cambios de corta duración en las defensas inmunitarias de una persona son normales cuando ha estado expuesta a una infección. Varios estudios han demostrado que, en respuesta al SARS-CoV-2, los glóbulos blancos especializados llamados linfocitos aumentan en número.

Estos linfocitos también muestran cambios en sus características típicos de la activación celular, como modificaciones en las proteínas de superficie. Si se sacan de contexto, pueden sonar dramáticas para los no expertos (lo que se denomina “sesgo de comprobación”). Pero son normales e indican, sencillamente, que el sistema inmunitario está funcionando como debería. Las investigaciones han confirmado que, en la mayoría de las personas, el sistema inmunitario recupera el equilibrio cuando la infección desaparece por completo.

Algunas excepciones

El SARS-CoV-2, como muchos virus, no afecta a todo el mundo por igual. Sabemos desde hace tiempo que ciertos grupos, entre ellos las personas mayores y las que tienen complicaciones de salud subyacentes como diabetes u obesidad, pueden ser más susceptibles de padecer una enfermedad grave cuando contraen COVID-19.

Esta vulnerabilidad está asociada a una respuesta inmunitaria irregular ante el SARS-CoV-2 que provoca inflamación. En esos casos, el número de linfocitos se reduce y hay cambios en las células inmunitarias conocidas como fagocitos.

Aun así, en la mayoría de estas personas vulnerables, el sistema inmunitario vuelve a la normalidad entre los dos y cuatro meses siguientes. Sin embargo, un pequeño subgrupo de pacientes, en particular los que sufrieron COVID grave o tienen problemas médicos subyacentes, conservan algunos cambios después de seis meses de infección.

La importancia de estos hallazgos no está clara, y serán necesarios estudios a más largo plazo que tengan en cuenta el impacto de los problemas de salud subyacentes en la función inmunitaria. Pero de momento no hay pruebas firmes de un daño inmunitario tras una infección por COVID.

En algunas personas con enfermedades subyacentes, los cambios inmunitarios parecen durar más tiempo.

¿Y el COVID largo?

La evidencia emergente sugiere que las diferencias más marcadas y duraderas en las células inmunes después de una infección por COVID-19 ocurren en personas que han desarrollado COVID largo.

Hasta ahora, no hay datos que apunten a una inmunodeficiencia en los pacientes con COVID persistente. Sin embargo, una respuesta inmunitaria hiperactiva puede causar daños, y los cambios en las células inmunitarias observados en los pacientes con COVID prolongado parecen compatibles con una respuesta inmunitaria vigorosa. Esto puede explicar la variedad de consecuencias y síntomas post-infección a los que se enfrentan las personas con COVID largo.

Deuda de inmunidad

La hipótesis de la deuda de inmunidad sugiere que el sistema inmunitario es como un músculo que requiere una exposición casi constante a agentes infecciosos para mantenerse en funcionamiento.

Según este argumento, la falta de exposición durante la pandemia, debida a las medidas restrictivas (confinamiento, uso de mascarillas, etc.), perjudicó el desarrollo inmunitario, especialmente en los niños, haciendo que nuestros sistemas inmunitarios “olvidaranconocimientos anteriores. Esto supuestamente nos hizo más vulnerables a las infecciones cuando volvimos a la normalidad y nos mezclamos todos de nuevo.

Aunque esta idea ha ganado adeptos, no hay pruebas inmunológicas que la respalden. No es cierto que necesitemos un trasfondo constante de infección para que nuestro sistema inmunitario funcione. Nuestro sistema inmunitario es inmensamente robusto y potente. Por ejemplo, la memoria inmunitaria frente a la pandemia de gripe de 1918 seguía siendo evidente después de 90 años.

Tampoco es estrictamente cierto decir que los niños no estuvieran expuestos a los virus durante la primera etapa de la pandemia. Y los virus causantes del resfriado no desaparecieron por completo, ni mucho menos. Por ejemplo, hubo un importante brote de VSR en el Reino Unido en 2021.

No obstante, el cierre de los colegios y otras medidas de protección probablemente redujeron la exposición a los virus, y para algunos niños esto retrasó la edad en que se expusieron por primera vez a virus como el VRS. Esto, junto con un alto nivel de COVID-19, y una relativamente baja absorción de las vacunas frente a la COVID y a la gripe, podría estar haciendo que esta temporada sea particularmente mala. Aunque no significa necesariamente que la inmunidad individual se haya visto dañada.

Nuestros conocimientos sobre la respuesta inmunitaria a la COVID-19 se están ampliando rápidamente. Los hallazgos más consistentes muestran lo bien que las vacunas frente al COVID-19 nos protegen de los peores efectos del SARS-CoV-2 y cómo, tras la vacunación, nuestro sistema inmunitario funciona exactamente como debería.

Sin embargo, los hallazgos de firmas inmunitarias alteradas en algunos pacientes recuperados y en aquellos con COVID prolongado requieren más investigación.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.


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