A casi tres años del inicio de la pandemia de COVID, la comunidad científica sigue indagando sobre las posibles causas de la extensión de los síntomas de la enfermedad incluso después de haberse curado, un padecimiento conocido como COVID largo o prolongado.
Una de las hipótesis con mayor consenso es la que señala a persistentes y diminutos coágulos como los responsables de limitar el flujo de sangre a los órganos vitales, dando como resultado los síntomas prolongados del COVID-19.
Los defensores de la idea se respaldan en los resultados obtenidos por Etheresia Pretorius, fisióloga de la Universidad de Stellenbosch en Sudáfrica y Douglas Kell, biólogo de sistemas de la Universidad de Liverpool, en Reino Unido.
Kell dirigió en 2020 el primer estudio enfocado en visualizar los microcoágulos en la sangre de personas con COVID prolongado. De acuerdo con un artículo de la revista Nature, ambos investigadores habían trabajado juntos en la observación de coágulos extraños y densos que resisten a descomponerse durante años en personas con enfermedades como diabetes, Alzheimer o Parkinson. Cuando se presentó la pandemia de COVID en 2020, los investigadores aplicaron sus métodos a personas infectadas con el nuevo y misterioso virus.
El equipo comparó muestras de plasma de 13 voluntarios sanos, 15 personas con COVID-19, 10 personas con diabetes y 11 personas con COVID prolongado. Lo que encontraron fue que las personas con COVID prolongado y con COVID-19 agudo presentaban una mayor coagulación que pacientes con diabetes o con cualquier otra enfermedad inflamatoria.
En un estudio posterior encontraron microcoágulos en la sangre de 80 personas con COVID prolongado.
Luego de dar a conocer los resultados, Caroline Dalton, neurocientífica del Centro de Investigación de Ciencias Biomoleculares de la Universidad Sheffield Hallam y su equipo descubrieron que las personas con COVID prolongado tienden a desarrollar coágulos más grandes que las que nunca habían sido infectadas.
Su equipo comparó tres grupos de aproximadamente 25 personas que incluían algunas que habían sido infectadas, otras que no y unas más que habían tenido COVID largo. La hipótesis fue que la infección por SARS-CoV-2 crea una explosión de microcoágulos que desaparecen con el tiempo.
¿Cómo se forman los microcoágulos?
Pretorius y Kell creen que la proteína espiga que el SARS-CoV-2 usa para ingresar a las células desencadena la formación de los coágulos anormales.
Aunque aún no está del todo claro su origen, investigadores de la Universidad de Harvard en Boston abonaron a la hipótesis de Pretorius y Kell después de encontrar la proteína espiga en personas con COVID prolongado. El estudio se publicó de forma preliminar en junio en la plataforma medRxiv.
Sin embargo, otros estudios más grandes sobre COVID prolongado no han podido encontrar signos de coagulación. Algunos científicos incluso critican los estudios aplicados para identificarlos por no emplear una técnica estándar.
¿Qué es el COVID prolongado?
El COVID-19 prolongado es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad que generalmente ocurre dentro de los tres meses posteriores al inicio de la enfermedad, con síntomas que duran al menos dos meses.
Estos no pueden explicarse con un diagnóstico alternativo y pueden incluir además de fiebre, gripe, dolor en garganta y pecho, la pérdida del olfato.
¿Por qué puede aparecer el COVID prolongado?
Las investigaciones han arrojado algunos puntos clave sobre la aparición del COVID largo en las personas, algunos de ellos son:
- El virus SARS-CoV-2 se activa de nuevo en el cuerpo después del contagio inicial y se enfoca en los órganos que no se han recuperado al 100 por ciento de la enfermedad.
- El sistema inmune es hiperactivo, por lo que los anticuerpos generados después de un contagio atacan a los órganos y tejidos.
- Se tuvo enfermedad grave por COVID-19.
- Durante la infección por COVID se tuvo inflamación en el corazón, pulmones, riñones o cerebro.
- No se está vacunado.
- Eres adulto mayor.