Los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH) comenzaron diferentes estudios para probar posibles tratamientos para las secuelas de largo plazo causadas por el COVID, un paso ansiosamente esperado en los esfuerzos de Estados Unidos contra la misteriosa condición que aflige a millones de personas.
El anuncio del proyecto RECOVER de los NIH, con una inversión de mil 150 millones de dólares, se produce este lunes 31 de julio en medio de la frustración de pacientes que desde hace mucho tiempo lidian con problemas de salud que a veces los incapacitan, sin tratamientos probados y sólo algunos estudios rigurosos.
“Aunque esto llega uno o dos años tarde, y tiene un alcance menor de lo que uno esperaría, es un paso en la dirección correcta”, dijo el doctor Ziyad Al-Aly de la Universidad de Washington en San Luis, quien no está involucrado en el proyecto de los NIH pero cuya investigación destacó el costo del llamado “COVID prolongado”. Obtener respuestas es fundamental, agregó, porque “hay mucha gente que explota la vulnerabilidad de los pacientes” con terapias no probadas.
Los científicos aún no saben qué causa el COVID prolongado, un término que abarca unos 200 síntomas muy variados. Se estima que entre el 10 y el 30 por ciento de las personas ha experimentado algún tipo de secuelas a causa del virus después de recuperarse de la infección, un riesgo que ha disminuido un poco desde principios de la pandemia
“Si obtengo 10 personas, obtengo 10 respuestas de cuánto dura realmente el COVID”, señaló el secretario de Salud de Estados Unidos, Xavier Becerra.
La iniciativa RECOVER ha seguido a 24 mil pacientes que tuvieron COVID en estudios de observación para ayudar a definir los síntomas más comunes y molestos, hallazgos que ahora están dando forma a ensayos de tratamiento en varios frentes.
Algunos de los estudios que se realizarán abordarán casos de niebla mental y otros problemas cognitivos, trastornos del sueño, problemas con el sistema nervioso autónomo —que controla funciones inconscientes como la respiración y los latidos del corazón— que incluyen el trastorno llamado POTS.
También se planea un estudio más polémico sobre la intolerancia al ejercicio y la fatiga.
Los ensayos están inscribiendo de 300 a 900 participantes adultos por ahora, pero tienen el potencial de crecer. A diferencia de los experimentos típicos que prueban un tratamiento a la vez, estos “estudios de plataforma” más flexibles permitirán que los NIH agreguen terapias potenciales adicionales de forma continua.