Salud

¿Gel o jabón? ¿Higienizar o lavar las manos? Te contamos

La falta de higiene de manos ha provocado efectos nocivos en la salud mundial, no solo durante la pandemia. Sin ir más lejos, causa la muerte de 3.5 millones de niños y niñas del mundo cada año.

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 nos ha robado gestos tan nuestros como el de darnos abrazos. Pero también ha traído algunas cosas buenas: ha conseguido que volvamos a recordar la importancia de la higiene de manos para mantener un estado saludable. Con y sin pandemia.

No es lo mismo lavado de manos que higiene de manos

Para minimizar el contagio de COVID-19, conviene tener clara la diferencia que existe entre lavado e higiene de manos, los productos adecuados, así como la correcta técnica.

Para empezar, se entiende por lavado de manos la eliminación de suciedad y parte de los microorganismos con agua y jabón no antiséptico. Se trata de la opción más recomendable cuando encontramos restos de suciedad visible en las manos. Este lavado debería durar entre 40 y 60 segundos.

Por otro lado, tenemos como alternativa la higiene de manos, que se refiere a la erradicación de microorganismos contaminantes gracias a un producto antiséptico (solución alcohólica o jabón antiséptico) y durante un tiempo no inferior a 25 segundos. Es la opción recomendada cuando no tenemos las manos visiblemente sucias.

En cuanto a los productos adecuados, cabe diferenciar entre jabón no antiséptico, que presenta solo acción limpiadora, y jabón antimicrobiano, que incorpora un agente antiséptico. El término "agente antiséptico" engloba los alcoholes (popularmente llamados geles hidroalcohólicos), la clorhexidina, la clorina, el hexaclorofeno, el yodo, el cloroxyfenol, los compuestos de amonios cuaternarios y el triclosan.

En la práctica, mientras dure la pandemia conviene realizar higiene de manos cada vez que tocamos superficies que puedan estar contaminadas, antes de tocarnos la cara y al retirarnos la mascarilla. Siguiendo las recomendaciones oficiales, se optará preferentemente por productos con base alcohólica, recordando siempre frotar intensamente durante al menos 25 segundos. Y la medida se acompañará con un lavado de manos previo cuando estas se encuentren visiblemente sucias.

Prevenir mejor que curar

Confirmada la transmisión aérea del COVID-19 mediante aerosoles, en los últimos meses de la pandemia los científicos se han centrado, con buen criterio, en fomentar la ventilación de los espacios cerrados. Pero pese a que la variable de la renovación del aire de las estancias es crucial para el control de la transmisión, no debemos olvidar el resto de medidas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha venido recomendando desde el principio. A saber: distancia de seguridad, uso de mascarillas incluso en espacios abiertos y, sobre todo, higiene frecuente de manos.

No es la primera vez en la historia que este buen hábito cobra importancia. La higiene de manos se convirtió en una práctica habitual a mediados del siglo XIX, principalmente debido a la alta mortalidad entre las parturientas que ingresaban en los hospitales europeos para dar a luz. Otro hito clave lo protagonizó en 1822 el farmacéutico francés Dr. French, que demostró que mojar las manos en una solución clorada podía erradicar el mal olor de los cadáveres y el contagio de enfermedades.

La falta de higiene mata

Pese a todo lo que ha llovido desde entonces, la falta de higiene de manos aún provoca efectos nocivos en la salud mundial. Sin ir más lejos, causa la muerte de 3.5 millones de niños y niñas del mundo cada año.

Si nos centramos en la población adulta, el Helicobacter Pylori, bacteria causante de la úlcera de estómago, se encuentra en dos terceras partes de la población mundial. Y resulta que su vía de contagio es fecal-oral, por lo que su transmisión se debe a la falta de higiene de manos de los individuos después de ir al baño.

Tan grave es el asunto que existe un Día Mundial del Lavado de Manos –el 15 de octubre– dedicado a concienciar a la población mundial de la importancia de dicha práctica.

La contagiosidad del SARS-Cov-2, especialmente de las nuevas cepas que están apareciendo, hace que las superficies impregnadas con cierta cantidad de fluidos se conviertan en foco de contagio. Si una superficie con suficiente carga viral se toca con las manos, y si estas se llevan después cerca de las mucosas (ojos, boca, nariz), la probabilidad de contagiarse se dispara.

La alta incidencia de pacientes infectados cada día, unido a que en la mayoría de casos la colocación y el uso de mascarillas no es el correcto, hace que los lugares frecuentados por mucha gente puede presentar superficies infectadas. Si a esto sumamos que solemos tocarnos la cara una media de 500 veces al día, sin apenas darnos cuenta, parece evidente que debemos prestar mucha atención a esta técnica.

De poco sirve que se desinfecten espacios y superficies, o que se ventilen bien las estancias, si no se acompañan estas medidas con la frecuente higiene de manos.

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José Miguel Robles Romero es profesor doctor de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Huelva, España.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.

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