OPINIÓN
Ha pasado aproximadamente un año desde que se dispararon las primeras alarmas por el coronavirus y, a pesar de que los contagios han disminuido, nuevos temores siguen surgiendo. Las variantes de COVID-19 han generado preocupación entre los más pesimistas que piensan que una ola de contagios, aún más grande, se avecina pronto.
Es cierto que el virus está mutando de formas más significativas de lo que los biólogos anticiparon el verano pasado. Pero también, una nueva investigación sugiere que la cantidad de trucos que el coronavirus tiene bajo la manga podría tener un límite, y eso haría que las vacunas sigan siendo efectivas.
Si los científicos han quedado sorprendidos por las variantes es porque no se habían dado cuenta por completo de que la forma en la que el coronavirus tiende a mutar es distinta a como lo hacen la influenza o el VIH. Este nuevo virus tiene el talento de cambiar de forma dejando caer fragmentos de su código genético al paso.
En un inicio, al estudiar muestras de virus en pacientes con sistemas inmunitarios comprometidos, algunos científicos observaron las denominadas mutaciones por deleción. Estos pacientes podrían ser muestras para la evolución viral, porque el virus sobrevive en sus células durante meses, haciendo copias de sí mismo todo el tiempo.
Las mutaciones que los científicos observaban en pacientes individuales eran esencialmente las mismas que ahora se ven en las nuevas variantes. El biólogo molecular Kevin McCarthy de la Universidad de Pittsburgh, obtuvo esta información analizando mutaciones en pacientes inmunodeprimidos. "La evolución en ese paciente, de alguna manera, presagió lo que el virus iba a hacer en todo el mundo", indicó.
A principios de este mes, el grupo de McCarthy publicó sus hallazgos en Science. En diciembre, otro grupo de investigadores publicó una comparación similar en el New England Journal of Medicine.
El año pasado, los científicos consideraban que el SARS-CoV-2 era adverso a las mutaciones porque contiene un mecanismo de corrección molecular. Cuando un virus mutado se replica, este mecanismo lo corrige. Las células humanas y las de otros animales tienen varios sistemas de corrección de pruebas que les permiten replicarse sin demasiados errores. Los virus de la influenza y el VIH no lo tienen, razón por la cual esos virus continúan evolucionando demasiado rápido para una sola vacuna.
Sin embargo, el corrector de pruebas del COVID-19 deja pasar un tipo de mutación: una sección faltante del código genético. Entonces, el virus es capaz de expulsar secciones de código, replicarse, y además, transmitirse a otras personas.
McCarthy observó esto a principios del otoño cuando le preguntaron sobre algunas de las deleciones encontradas en un paciente. "Comencé a buscar todas las secuencias genómicas de SARS-CoV-2 que habían sido depositadas en una base de datos pública", dijo. "Fue así como encontré ejemplos adicionales".
Las deleciones podrían permitir que las proteínas virales cambien su forma de manera que puedan evadir tanto el mecanismo de corrección de pruebas, como al sistema inmunológico humano. Eso es lo que ahora preocupa a la gente, explicó McCarthy. La primera nueva variante, la B.1.1.7 que se extendió rápidamente en el Reino Unido, posee dos de estas eliminaciones.
La gran ventaja de la B.1.1.7 podría ser su capacidad de transmisión entre las personas, aunque también un principio básico de la evolución que cuanto más los seres humanos produzcan anticuerpos contra un virus, porque se han infectado antes o porque ya fueron vacunados, mayor será la ventaja para cualquier nueva variante para lograr eludir esos anticuerpos.
Andrew Read, biólogo evolutivo de la Universidad Penn State, compara esto con la introducción de nuevos depredadores en una isla. Los animales que ya están allí mueren o se adaptan creando un caparazón, aprendiendo a trepar o excavar, o adquiriendo nuevas formas de defenderse.
Si el coronavirus desarrolla su propia estrategia antivacuna, necesitaremos nosotros generar el contraataque.
Eso podría significar actualizar las vacunas existentes para que produzcan una gama más amplia de anticuerpos. También podría ser útil administrar a las personas diferentes versiones de vacunas en su primera y segunda dosis, un enfoque que deberá probarse antes con ensayos clínicos.
A McCarthy le gustaría tener más datos sobre los pacientes que han contraído COVID-19 a pesar de ya estar vacunados. Saber si en el momento en que estuvieron expuestos tenían niveles altos o bajos del virus en sus cuerpos. Esta batalla requiere que todos los científicos que trabajan para comprender el virus tengan la mayor cantidad de información posible.
Hasta ahora, según lo aprendido, la llegada de nuevas variantes no significa que la pandemia nunca vaya a terminar. McCarthy cree que el SARS-CoV-2 no puede mutar a sí mismo de forma infinita, lo que lo haría mejor para infectar a las personas y evadir anticuerpos. Los científicos han visto aparecer una y otra vez las mismas eliminaciones.
En este punto, nuevos cambios de forma independiente están apareciendo en diferentes lugares, la llamada evolución convergente, y podría ser que el número de variantes sea limitado.
Hace un año, algunas personas pensaban que el curso de la pandemia podía predecirse con fórmulas simples. A medida que las complejidades del coronavirus se han hecho evidentes, los científicos se han vuelto menos confiados en sus predicciones. Pero eso también significa que no hay razón válida hasta el momento para suponer que la pandemia está aquí para quedarse.
*Faye Flam es columnista de opinión de Bloomberg y presentadora del podcast 'ollow the Science'. Ha escrito para The Economist, New York Times, Washington Post, Psychology Today, Science y otras publicaciones.
**Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial, de Bloomberg LP y sus dueños. Ni de El Financiero.