¿Qué tienen en común los diableros que cargan pesados bultos y los artistas que pintan murales? Ambos usan su cuerpo como herramienta y sin esfuerzo su trabajo no es posible. Hay arte, belleza y poesía en el sudor, los colores, los aromas y las formas. El arte está en todas partes: vive y respira gracias a lo cotidiano. No solo habita en las galerías o los museos, se inspira y obtiene su alimento en las calles. A veces es incómodo, te confronta y poco le importa la complacencia; acepta que las paredes también pueden ser lienzos, libros, centros de reunión y hasta escuelas.
Si vas a la zona de Frutas y legumbres de la Central de Abasto, en la delegación Iztapalapa de la Ciudad de México, verás que hay algunos murales que destacan a la distancia entre camiones de carga, taxis, automóviles, arengas, ajetreo y frenesí. Dibujos de conejos gigantes, frutas antropomórficas y personajes reconocidos en el imaginario de los mercados, conviven con los tantísimos marchantes que ahí se ganan la vida. Los letreros con las típicas y jocosas frases para la venta se han llevado a los paredones que honran a este centro de intercambio comercial y a quienes lo hacen posible.
Central de Muros es el nombre de la iniciativa que Itze González e Irma Macedo del colectivo We Do Things propusieron para que este espacio público se transformará no solo en aspecto, sino en "cómo se siente" su ambiente. Su deseo es que con estas intervenciones visuales se logren diálogos, cuestionamientos, interacciones y nuevas perspectivas en la comunidad. "No estamos descubriendo el agua tibia: el arte es apapachón, purifica el alma", dice Irma.
Sergio Palacios, coordinador y administrador general de este mega mercado, decidió aceptar el reto: uno de los objetivos que tiene su administración es darle un rostro humano a este universo de mercancías y personas; estos murales son una forma de invitar a más personas a que visiten la Central, no solo para comprar en ella sino para conocerla y dar algún recorrido cultural a través de sus recovecos.
"Estamos convencidos de que la Central de Abasto debe convertirse en un punto turístico de la ciudad. Cuando la gente viaja a Estambul va al Gran Bazar, si está en Holanda va al Mercado de Flores y si anda en Japón va al Mercado de Pescado de Tsukiji. Los mercados son un punto de referencia de la cultura y del país", explica Sergio. La Central es, en sí misma, un universo y una analogía de la diversidad existente en nuestra cultura. Él la define como el corazón del país, y es que la visitan 500 mil personas diarias; trabajan ahí 90 mil personas; abastece el 80% de lo que comemos en la capital y en la Zona Metropolitana; y el 35% de los alimentos y los insumos que llegan a nivel nacional salen de aquí.
Murales: una forma de acercar y provocar cambios
"Chulada": es la palabra en letras grandes que se lee en el mural de Gibrán en el que un niño toca la guitarra. Nayarit es su estado natal y en su pinta dejó esa huella. Tardó 16 días en acabarlo, lo dejó exhausto. Incluso, confiesa que estaba por tirar la toalla: no es nada fácil pintar en esas proporciones a pleno rayo de sol. Él es diseñador de profesión y esta experiencia marcó un parteaguas en su carrera. "Tengo una onda con el slang de la calle. Me encanta que expresen y busquen su identidad ante estas chambas que están súper pesadas", narra.
Erick apenas comenzó con el suyo: él es artista visual y su nivel de exigencia es alto. La dinámica del cuerpo, las proporciones y la técnica, son retos que disfruta. Enseña emocionado y casi en secrecía su boceto: al verlo, se recuerda el trabajo del mítico Leopoldo Méndez. Este joven considera que las reglas del juego están cambiando en este tipo de obras, ya que ahora un arquitecto, un graffitero, un ilustrador y otros más, pueden hacer murales e intercambiar visiones e ideas.
Los carretilleros y los diableros son esenciales en la Central de Abasto: hay familias que durante generaciones se han dedicado a este difícil oficio (la cifra oficial dice que hoy en día son alrededor de 13,800). Algunos de los artistas decidieron hacerles un homenaje: Scarlett Baily plasmó a los diableros y uno de ellos está leyendo un periódico con la fecha del 19 de septiembre de 2017 que tanto marcó a la capital. "Si no compra fruta, váyase a la verdura" y "A güi güi" son dos de las simpáticas frases que se leen en su pieza.
El mural preferido de Irma es el que hizo La chula records: "el chavito, que es el más chico de todos, entendió lo que queríamos decir, así que retrató a una diablera que carga con todo: la comida, la luz, los hijos…". Esa imagen por sí sola habla del crisol que habita ahí y de la esencia del comerciante y lo que lo rodea.
Gonzalo Areúz, Kenta Torii, Sebastián Romo y Pogo son otros de los artistas que plasmaron sus trazos y tonos. Actualmente, pueden verse 24 murales y se están terminando ocho más para completar los 32 de la primera etapa. En la segunda fase serán 16 más, y en la tercera, se pintará la barda perimetral. En total, serán más de 20 mil metros cuadrados pintados con lo que se busca que la Central de Abasto sea la galería de arte urbano al aire libre más grande del mundo.
Itze e Irma tenían la premisa inicial de comprobar que cuando se vive en un lugar bonito todo cambia. Ambas agradecen todo lo que han aprendido sin imaginarlo con Central de Muros. Si bien al inicio su presencia se cuestionaba argumentando que había otras necesidades más apremiantes que las artísticas, tales como la seguridad y algunas mejoras en el pavimento y las instalaciones, poco a poco la comunidad ha ido aceptando y hasta acogiendo los murales.
Erick opina que, si sabes gestionarlo y acercarlo a diferentes públicos, tiene una potencia inimaginable. "Puede cambiar el entorno, la vida de una persona o hasta hacer que la gente tenga una opinión. El arte público, sobre todo, genera diálogos en esa comunidad a la que llega. La pintura es un lenguaje muy cercano al ser humano. Muchas personas que no tiene que ver con ese mundo empiezan a crear una visión propia y generar convivencia y una dinámica de comunicación", agrega.
Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y otros más contemporáneos como Francisco Toledo y Juan Alcázar, han logrado hacer historia con sus mensajes políticos, históricos y críticos, no solo en obras artísticas o con cánones estéticos, sino con talleres públicos para quienes tengan inquietud de aprender y talento, más allá de las élites.
Al ver el trabajo de Central de Muros y de otros artistas urbanos más a lo largo y ancho de México, como Sego, Sanez, Saner, Lapiztola y Yankel, no puede evitarse pensar en que hay una nueva forma de hacer muralismo, pero, sobre todo, de que existe la necesidad de llevar el arte a las calles y a más personas.
"Un maestro mío siempre decía que era importante la función social del espacio. (...) Donde se pinta deja de haber violencia, pues provoca una actitud positiva. Los murales hacen que tengas arraigo con tu zona, tu comunidad y tu barrio. A través del dibujo creas pertenencia", declaró Gustavo Prado, analista de tendencias y experto en diseño.
Es importante decir que lo que hoy se puede ver en las paredes ya no estará en algunos meses: la naturaleza del arte urbano es efímera y tendrá que dársele oportunidad a otros autores más. "La idea es que se cambien y hacer una Bienal de muralismo", aclara Itze.
En palabras de Irma, la Central de Abasto espera a todo aquel que quiera venir con los brazos abiertos. Ella afirma que tanto la comida como el arte son nutrición en diferentes niveles y ambos están ahí. El arte sí está en todas partes: coexiste en las manos de trabajo y los rostros cansados de los cargadores; en las risas de algunas vendedoras que "echan chal" cuando tienen chance; en los niños que hacen su vida junto a sus padres entre bodegas y albures; en los costales de cebollas, las ramas de perejil esparcidas por doquier o las pencas de plátano…
Solo hay que saber observar.