El alma del vino está en la profundidad de sus raíces. Es una enseñanza que en la familia Moro ha pasado de generación en generación. La lección fue transmitida por el abuelo, Emilio, que en 1891 se enganchó al mundo de las vides y después contagió a su hijo, quien hizo lo mismo con sus descendientes.
De ellos, José Moro tiene el reto de hacer que la marca originaria de Ribera del Duero permanezca y se expanda al mundo. Los números le son favorables. Tiene presencia en 60 países, comercializa seis etiquetas de tintos, expandió sus horizontes a los blancos con dos opciones, La Revelía y El Zarzal, y promueve Cepa 21, proyecto vinícola que fusiona modernidad y tradición.
"¿Y qué más puede hacer un pequeño que ayudaba a sus padres en todas las labores de la bodega? Lavaba las cubas, iba a los viñedos, comía los tallos de la viña y me daban de merendar pan, vino y azúcar", responde sobre su elección de continuar con el legado familiar.
Elaborado con viñedos de entre 15 y 25 años. En boca es equilibrado, de gran volumen y sabor persistente.
Malleolus
Sabores a fruta negra con tanino potente. Se macera 18 días con los hollejos y madura 18 meses en barricas nuevas de roble francés Allier.
Malleolus Valderrramiro
En la boca es opulento, sedoso y de gran potencia. Tiene un final largo y persistente.
Estudió química, pero José prefirió la vitivinicultura. Pese al esfuerzo y los logros al frente del negocio, que incluso le valió la nominación como Mejor Bodega Europea en 2015 que elabora la revista especializada Wine Enthusiast, asegura que no son los mejores tiempos para el vino.
Agrega que los destilados y la cerveza tienen captado el mercado de las nuevas generaciones, pero cuenta con un par de ases bajo la manga.
Sabe que esos jóvenes crecerán y les será difícil no encontrar arraigo en las vides. "De entre las bebidas alcohólicas es la más saludable, saca lo mejor de las personas y es capaz de calentar hasta la reunión más fría", detalló.
Por otra parte busca enamorar a los nuevos públicos con las experiencias de turismo enológico que ofrece en sus bodegas de Ribera de Duero.
"Hay que mostrarles la verdad, el vino es un lenguaje fácil y sencillo que se explica mejor en los campos, hacemos senderismo por viñas con 90 años de historia para comprender el sabor de sus raíces, les llevamos a caminar los suelos arcillosos para entender el color, la estructura y la potencia del vino. Si entienden esa emoción, entienden de vino", señala.
Otra de las experiencias que les ha resultado exitosa es la cata de aromas, un recorrido por los principales olores de los vinos para su posterior memorización e identificación. Ahí el objetivo principal es provocar sensaciones.
Inconfundible
José Moro es contundente al señalar que los mejores vinos del mundo tienen tras de sí estudios e investigación que avalan su calidad. Para preservar el sabor característico de los suyos trabajó de la mano con la Universidad Complutense de Madrid, que determinó el tipo de levadura a usar durante la fermentación y que homogeneizará el sabor, pese a las variables climáticas de cada temporada. Además todos sus viñedos son injertados con un clon de tempranillo que su abuelo guardó, lo que hace la diferencia respecto a sus competidores de denominación.
"Nuestra uva es más intensa y aromática, es una uva fina, concentrada y compleja, que entrega muy buenos vinos", señala.