Sociedad

Se aferran a sus viviendas, aunque no puedan resistir otro sismo más

48 familias que ocupan el Edificio Centauro rechazan irse a un albergue, pese a que las autoridades señalan que es inhabitable, no hay notificación oficial.

CIUDAD DE MÉXICO. A las 11 de la mañana de ayer, un camión de la delegación Cuauhtémoc llegó a recoger los escombros que los vecinos sacaron de sus departamentos. Eran unos 20 costales llenos de pedazos de piedra, azulejo y yeso que los habitantes del edificio Centauro, en la colonia Doctores, habían recogido de sus viviendas.

La torre de 16 pisos se ve frágil. Pareciera que ya no es necesario un sismo más para derrumbarse. Un ventarrón podría acabar con él. Las paredes están fracturadas. Hay grietas que las atraviesan. Las celosías de dos departamentos cayeron y los bóilers quedaron expuestos. En la base, el piso está levantado. Este edificio, como otros del mismo conjunto, está inclinado.

Pero lo más grave es la abertura que hay entre los dos módulos que conforman a la torre. En el interior, las escaleras se desprendieron del cuerpo del inmueble. Los barandales están zafados. La separación aumenta drásticamente hacia los pisos superiores. En el treceavo, el hueco que hay entre escalones y descanso ya es tan grande que una persona gorda podría caer.

Las paredes de los departamentos presentan fracturas que los atraviesan por completo. Prácticamente en todos hay puertas que no cuadran. O azulejos desprendidos. El 80 por ciento de los 56 departamentos son viviendas; el resto, oficinas.

Entre los vecinos flota el escepticismo, que podría confundirse con negación. De no querer ver lo que pasa en el edificio. Las respuestas se contagian de uno a otro departamento. "El edificio está bien estructuralmente", dicen. Lo repite Egla Correa, la mujer del 404 que es abogada, y Marisa Tapia, otra abogada del 201 que tiene su despacho en el 1303, o la señora Verónica Mendiola, del 801, o el señor Genaro, de la tintorería de abajo, o Mario Chambers, el administrador que vive en el 102.

Para ellos, mientras no haya un dictamen realizado por especialistas, no se saldrán. No importa que los sismos sigan destruyendo el inmueble de 44 años. Además, repiten, no tendrían a dónde irse. "Que el gobierno nos preste un departamento y con gusto nos vamos", dice la licenciada Mendiola.

"Hay vecinos que son ingenieros y no se van, no buscan otra casa. Si ellos no se van, es porque saben que este edificio no se cae", dice Egla, quien asegura que los daños de su departamento no son nuevos. "Son los mismos de siempre", dice.

Desde su ventana puede verse cómo los ladrillos de la columna de enfrente están rotos. Sin embargo, ella dice que es superficial. "Es la fachada", afirma.

Una de sus celosías se desprendió y hay un hueco, pero dice que estaba desde el sismo del 20 de marzo de hace dos años. Y que no es porque el edificio esté destruido, sino porque la humedad carcomió el concreto.

Mario Chambers, el administrador, reconoce que los daños son resultado de "la falta de mantenimiento y el desgaste".

Para el GDF ese edificio es inhabitable y los condóminos deben desalojarlo.

Ellos, los vecinos, no han recibido una notificación oficial. Su respuesta es desafiante: ¿Quién dice?

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