CIUDAD DE MÉXICO.- Aquí están ya. Y van llegando otros. Aquí están miles de ciudadanos indignados, en el Ángel de la Independencia, formándose en filas para caminar ordenados rumbo al Zócalo capitalino, al grito de "¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!"
La marcha en memoria y en exigencia a la aparición de los 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa se va nutriendo con contingentes de universidades, organizaciones sociales, de los familiares que cargan los retratos de los ausentes, la CNTE y toda una sociedad que les grita a los deudos "¡No están solos!"
Poco a poco comienzan a caminar. Pancartas se alzan en la columna exigiendo justicia. Banderas negras en lugar del verde y el rojo del Lábaro patrio sobresalen, en señal de luto.
Consignas contra el gobierno, contra el sistema, contra la desesperación de la injusticia. Eso se oye.
Vienen jóvenes y adultos. Vienen normalistas de las zonas rurales de México. Vienen estudiantes de la UNAM, de la UAM, del Poli. Gritan sus porras, no como vítores, sino como alarido de guerra, de coraje.
El sol ha cedido el paso a las nubes que anteceden a la noche en la que se encenderán velas como protesta silenciosa, pero luminosa, ante la falta de resultados de un gobierno que no encuentra a los 43 desaparecidos el 26 de septiembre por órdenes, según la PGR, del narcoalcalde de Iguala, Guerrero.
Hay letreros en inglés o escritos en cartulinas. Reflexiones y frases hechas consigna.
Un moño negro se amarró en el pedestal de la columna de la victoria alada. México está de luto.
El padre Alejandro Solalinde reparte abrazos vestido de blanco casi en la vanguardia de la columna y sostiene un cartel con la exigencia de "Vivos de los llevaron, vivos los queremos".
Y la marcha va, avanza, al Zócalo, al corazón de México y con el corazón en la mano.