El escándalo de robo de señales en la Major League Baseball (MLB) sería tremendamente entretenido si no fuera tan inefablemente triste. Lo tiene todo: una conspiración amplia y difícil de manejar, sabotaje de monitores de video secretos, mensajes de texto ocultos, amenazas veladas contra 'soplones', un 'dominó' que se niegan a dejar de caer y, claro, reclamos de que el castigo no es lo suficientemente duro.
También tiene soluciones obvias que podrían haberse implementado hace mucho tiempo si el deporte no estuviera tan atado a sus tradiciones.
Una introducción rápida para los no fanáticos: supongamos que el juego no es beisbol sino póker. Los jugadores profesionales de póker estudian constantemente las caras de sus oponentes en busca de 'avisos': los pequeños cambios en la expresión que revelan si éste acaba de obtener un par de ases o si está 'blofeando'. Ahora supongamos que uno de los jugadores tiene escondido en su bolsillo un dispositivo que está conectado a una cámara en sus lentes y lee las instrucciones automáticamente. Aunque podría decirse que está haciendo lo mismo que todos los demás, el hecho de que la tecnología lo esté ayudando nos lleva a la conclusión de que está haciendo trampa.
Eso es de lo que Houston está acusado. Robar señales es tan antiguo como el beisbol: el receptor usa señales de sus manos para indicarle al lanzador qué lanzamiento hacer. Si el oponente puede descubrir qué significan los signos, el bateador tiene una ventaja. El robo de señales no es explícitamente ilegal, y en la mayoría de los casos se tolera, incluso se espera.
Lo que hace que este caso sea diferente es que los Astros robaron las señales a través de medios tecnológicos prohibidos. En palabras del informe oficial de la MLB, el equipo usó "la cámara del jardín central de la transmisión del juego en vivo para intentar decodificar y transmitir las secuencias de señales de los equipos rivales".
Todo inició en 2017, cuando personal de los Astros comenzó a usar las salas de video donde se analizan las jugadas para solicitar repetición instantánea para intentar decodificar las señales de los cátchers rivales.
Una vez 'cazada' la señal, se compartía la información en la caseta del equipo o bien le avisaba por señas a un corredor, quien a su vez le pasaba las señales al bateador.
Además, el miembro del staff, Alex Cora, instaló un monitor afuera de la caseta que recibía la señal de la cámara del jardín central. Un jugador veía el monitor y comunicaba al bateador el tipo de lanzamiento que venía, como recta, curva o cambio de velocidad.
El escándalo se hizo público en noviembre pasado luego de una investigación de The Athletic. Los fanáticos han clamado por acción desde entonces. Sin duda, el comisionado de la MLB, Rob Manfred ,pensó que había resuelto el asunto con firmeza al imponer uno de los castigos más severos en la historia del deporte.
Habiendo concluido que los Astros de Houston efectivamente rompieron las reglas al usar la tecnología para robar las señas de sus oponentes durante su temporada de campeonato 2017, multó al equipo con 5 millones de dólares, quitó selecciones de draft y suspendió al mánager y al gerente general del equipo, ambos a quien el equipo despidió posteriormente. Los Medias Rojas de Boston siguieron despidiendo a su propio mánager, Alex Cora, quien trabajó en Astros y era parte del plan.
Pero en lugar de avanzar, el beisbol ahora está luchando contra los fantasmas del escándalo de los 'Medias Negras' de 1919, los cargos aún controvertidos de que hace poco más de un siglo los miembros del equipo de Chicago White Sox se dejaron ganar la Serie Mundial a cambio de dinero. Porque ahí es donde estamos ahora: los periodistas deportivos y los jugadores se preguntan por qué Houston no debería perder su campeonato de 2017.
La ira es fácil de entender. Después de todo, ¿no se supone que los que se niegan a seguir las reglas pierden? Los equipos universitarios atrapados haciendo trampa son despojados de sus campeonatos nacionales. Las ganadoras de concursos de belleza que rompen las reglas se han visto obligadas a devolver sus coronas. Los estudiantes que hacen trampa reprueban el curso. Entonces, ¿por qué los Astros pueden quedarse con el trofeo de la Serie Mundial 2017? Para el caso, ¿por qué los jugadores que básicamente ejecutaron el esquema no han sido castigados?
Esas preguntas razonables no se desvanecerán pronto, sin importar cómo la oficina del comisionado finja que el escándalo ha terminado. Pero dejaré que otros peleen esas batallas. Consideremos en cambio cómo evitar este tipo de trampas en el futuro.
Comencemos con una propuesta simple: robar señales, si se hace con éxito, produce una ventaja tan grande que muchos equipos lo intentarán si creen que pueden salirse con la suya. Medias Rojas de Boston, multados por robar señas en 2017 en el escándalo del 'Apple Watch', están siendo investigados por presuntamente hacer más de lo mismo en 2018. Y ahora sabemos que el día de 1951, cuando Bobby Thomson conectó el jonrón más famoso en la historia, el llamado 'golpe que se escuchó en todo el mundo', sus Gigantes de Nueva York estaban robando señales de los Dodgers de Brooklyn.
Si no se controla, no hay duda de que la práctica se volverá más sutil tecnológicamente. (El 'truco' de Houston, que a veces incluía enviar señales al bateador golpeando un bote de basura, fue muy sutil).
Siempre me ha encantado el beisbol y sus tradiciones cursis, pero en algún momento debe llevar la bandera blanca en lugar de vigilar lo que, al final, no se puede vigilar.
Permita el robo de señales o adopte medidas para evitarlo, no por regla, sino por tecnología.
Una idea que se ha probado en los juegos de exhibición es que el lanzador y el receptor usen relojes inteligentes que permitan la comunicación digital entre ellos, invisible para el otro equipo. Otra que ha sido propuesta es permitir que los receptores y lanzadores se comuniquen a través de auriculares en sus gorras. Lo que estas y otras sugerencias tienen en común es que el beisbol debería dejar de depender de las antiguas señales de los dedos que hacen que el robo sea fácil y tentador.
Sí, todos podemos criticar a los tramposos; y, sí, cuando los atrapan, las sanciones deberían ser severas. Pero la forma más fácil de dejar de hacer trampa es hacerlo más difícil.