Viajes

Cozumel, cuando el turismo es parte de la solución

El destino busca crecer de forma diversificada y sostenible, con proyectos enfocados al cuidado del medio ambiente, así como al desarrollo social y económico.

Cozumel, tierra de golondrinas, eslabón histórico-geográfico de la cultura maya, tercera isla más grande del país, puerta mexicana hacia el Caribe, es esto y muchas cosas más. Tres visitas en los últimos meses y aún así siempre guarda una experiencia para sorprenderme a mí y a cualquiera.

La prosperidad de la ínsula siempre ha dependido del turismo. Y según Pedro Hermosillo López, director de Turismo y Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Cozumel, hoy la apuesta —tanto del ámbito privado como del público— consiste en buscar un desarrollo diversificado y sostenible enfocado en tres ejes: cuidado del medio ambiente, impulso social y crecimiento económico.

He aquí un recuento de tres proyectos cuyo éxito ayuda a mantener este equilibrio, en uno de los tesoros naturales más bellos de México:

1. Perlas del Caribe

Después de 45 minutos de navegación hacia la cara norte de la isla, arribamos a lo que parece una playa virgen, tan sólo se ven unas cuantas palapas y construcciones dispersas por aquí y por allá. Nos recibe Francisco Caamaño, chilango con ascendencia alemana que en 2001 dejó atrás el ajetreo del entonces Distrito Federal para unirse a su padre en la realización de su sueño de retiro: fundar Cozumel Pearl Farm, la única granja de perlas activa en todo el mar Caribe.

Inspirados en el legendario Mikimoto Kokichi —fundador de un emporio perlero, quien hace más de 120 años descubrió el proceso natural del crecimiento de perlas—, los Caamaño comenzaron su operación de cultivo con la única especie que crece en la zona, la Pinctada radiata, mejor conocida como ostra perla del Atlántico. De ellas extraen perlas blancas, esféricas y barrocas, de hasta 8 milímetros de diámetro. La faena aún recae en cuatro individuos (Francisco, su padre, su hermana y su novia) por lo que la producción anual fluctúa bastante, "sacamos a veces cinco, a veces cien, a veces cero", aclara Francisco.

Y sí, como todo sueño que vale la pena perseguir, tuvo su cuota de sudor, sangre, lágrimas y pérdida. Superviviente de los peores estragos del azar, desde el desánimo por falta de financiamiento hasta la devastación provocada por un huracán categoría cinco (Wilma, 2005), hoy este proyecto familiar y de investigación continúa floreciendo y cosechando… puras perlas.

La granja está enclavada en una reserva natural protegida y funciona con energía solar. Desde 2012, y con el fin de generar una fuente de ingreso estable, abrió sus puertas al público, ofreciendo productos de joyería artesanal, así como experiencias que promueven el turismo responsable y la preservación de este pequeño paraíso.

2. Mangle de vida

Al día siguiente, Punta Sur es la primera parada. Se trata de la reserva natural protegida más grande de Cozumel, justo enfrente de la barrera coralina que la rodea y con más de mil 300 hectáreas de terreno, de las cuales 800 son humedales de manglar. Jesús Benavides, director del ecoparque, nos conduce hacia el embarcadero de la laguna Colombia, separada del mar Caribe por una delgada franja de selva baja.

Nos señala unos botes pequeños hechos de aluminio. Arranca el motor y comienza a navegar hacia el "mogote central", un islote donde antes del paso del huracán Wilma solían llegar entre 600 y 700 aves, como garzas, picos de canoa y espátulas rosada. Del agua sobresalen montículos lodosos, llamados "pasteles", formados por el levantamiento de sedimento para que resurja la vegetación primaria donde queda atrapada las semillas de los manglares.

A partir de 2015, mediante programas de formación educativa para niños y jóvenes y aunado a la actividad turística responsable, comenzaron las acciones por restaurar el ecosistema de manglares que ahí prosperaba, y que es vital para la sana filtración acuífera, incubación de peces y además es una excelente trampa de carbono y barrera natural contra fenómenos hidrometeorológicos, como los huracanes.

Gracias a este esfuerzo, impulsado por la Fundación de Parques y Museos de Cozumel (FPMC), hoy en día la reserva se recupera con éxito y ya comienzan a detectarse nuevos nidos.

El recorrido continúa. Jesús se adentra por un estrecho canal que serpentea entre los surcos de manglares restaurados. Los ojos negros de un cocodrilo se asoman por el filo del agua y un águila blanca pesquera sobrevuela nuestra trayectoria. De pronto el agua verdosa comienza a clarearse, adopta un tono cristalino y al fondo, flanqueado por el follaje, aparece la gran mancha azul turquesa.

Nuestro guía cerró la mañana con broche de oro, haciendo una llegada triunfal al Cielo… la playa.

3. Cementerio bajo la arena

A las 5 y media de la tarde, nos dieron cita en playa San Martín, el punto de encuentro. De ahí son unos minutos en camioneta hacia el sur de la isla, hasta llegar a Chen Rio.

Desde la carretera pueden verse cientos de estacas de colores clavadas en la arena blanca; se extienden por varios kilómetros hacia ambos lados de la playa. A simple vista uno podría pensar que se encuentra frente a un cementerio improvisado, y no estaría completamente errado. Mi primer pensamiento es: "si mis días estuvieran contados, no estaría nada mal ser enterrado aquí, a orillas del Mar Caribe."

Pero el supuesto camposanto resulta ser, más bien, una cuna natural subterránea donde la vida está en plena gestación. Y las estacas, lejos de ser cruces incompletas, marcan la ubicación de más de tres mil nidos de tortugas marinas, todas esperando cumplir un ciclo de 52 a 56 días de incubación para resurgir de la arena y retornar al mar.

Edgar Sosa, técnico del Campamento Tortuguero San Martín, se agacha frente al nido número 361, que está listo para abrirse. En su interior alberga, en promedio, entre 110 y 180 especímenes casi recién nacidos de la tortuga verde (Chelonia Mydas), una de las dos especies de tortugas marinas que utilizan los litorales de Cozumel como suelo de anidación. Sosa retira la estaca y comienza a escarbar la arena, formando una cavidad lo suficientemente amplia para permitir la estampida que está por ocurrir.

De pronto la arena comienza a agitarse; e impulsadas por un aleteo veloz y un potente instinto de supervivencia —pues las fragatas acechan desde el cielo a la espera de un snack vespertino— los pequeños quelonios salen disparados hacia el agua, enfrentando en el camino escarpado todo tipo de obstáculos, incluyendo un poco de sargazo. Sin embargo, y por fortuna, la macroalga no ha afectado en absoluto el proceso de reproducción de las tortugas marinas, que sanas y salvas llegan al agua para comenzar su ciclo.

De hecho, este 2019 se han registrado 320 nidos más que el año pasado y se tiene la expectativa de marcar un total de cinco mil nidos antes de que termine la temporada a finales de noviembre.

A partir del 16 de septiembre comienza el periodo de emergencia y liberación de las tortugas, así como de rescate y limpieza de los nidos. Todas las semanas, de lunes a sábado, a partir de las 18:00 horas, los turistas pueden formar parte de las brigadas que realizan estas acciones de conservación de la flora y fauna local, y hacer un donativo para ayudar a sustentar este proyecto.

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