El rezago en la competitividad de los países de Latinoamérica ha quedado manifiesto en las posiciones alcanzadas en las tablas globales sobre este indicador, siendo la mejor muestra de la región Chile, que ocupo el lugar 33 de un total de 144 países analizados en el último reporte del Banco Mundial. Una forma de abordar el retraso en el tema es impulsar las asociaciones público-privadas para reforzar aspectos como innovación y educación, elementos clave de la competitividad.
La baja productividad regional, la falta de inversiones suficientes en áreas de crecimiento como infraestructura, desarrollo de habilidades e innovación, junto con insuficientes y tardías reformas necesarias para mejorar las condiciones comerciales y la asignación de recursos, dan una cierta incapacidad a las economías de Latinoamérica para moverse hacia sectores más productivos, lo que será uno de los temas a discutir en el Foro Económico Mundial (WEF) que inicia hoy en la Riviera Maya.
De acuerdo con el último reporte sobre Competitividad del Banco Mundial, Chile ocupó el sitio 33 y permaneció como la economía de América Latina más competitiva con un perfil muy estable; seguida de Panamá en la posición 48, Costa Rica en la 51, Barbados en la 55, Brasil en 57 y México hasta el lugar 61 de 144 países.
Elevar la productividad y competitividad es crucial para un crecimiento económico sostenible y fortalecer la prosperidad en el país. El proceso requiere compromiso duradero de las partes interesadas para movilizar recursos y proporcionar el esfuerzo que puede llevar a las reformas necesarias e inversiones productivas a través de una amplia gama de áreas.
Las colaboraciones público-privadas han sido comunes en áreas como el desarrollo de infraestructura por las potenciales ganancias que estas estructuras de gobernanza pueden traer y que son relevantes tanto para los sectores públicos como privados en cuanto a la velocidad y alcance de la implementación de proyectos y las fortalezas que cada una de las partes puede traer al otro, según expone el Foro Económico Mundial en el reporte del Índice Global de Competitividad 2014-2015.
Explica que el sector privado puede contribuir con su experiencia en administración y recursos, en tanto que el sector público puede contribuir al entendimiento de las necesidades públicas y de los recursos. Más allá de estas asociaciones público-privadas en infraestructura, este tipo de colaboración está siendo más común en iniciativas relacionadas a otros impulsores de la competitividad, como son en la innovación y la educación.
En su reunión de enero en Davos, el Foro Económico Mundial emitió diez recomendaciones para abordar el retraso en la competitividad de América Latina a través de aumentos en el tamaño y la eficiencia de las inversiones y del fomento de colaboraciones intra-regionales y público-privadas.
"Hay un enorme potencial latente para aumentar la competitividad de América Latina. Incrementar la inversión privada para dinamizar la innovación y el emprendimiento es fundamental para mejorar no solamente la productividad regional sino también la prosperidad y el bienestar ciudadano", expone John Levis, líder global de Innovación en Deloitte, firma que colaboró para realizar el informe.
Las empresas en Latinoamérica están experimentando dificultad en encontrar trabajadores con el nivel adecuado y el tipo de capacidades necesarias debido al pobre desempeño de los sistemas educativos de la región.
Al reconocer que la innovación es un fenómeno sistémico, requiere avances tecnológicos pero también mejoras en política y procesos.