Las narrativas que creamos sobre nosotros mismos constituyen una herramienta poderosa en la vida personal y profesional. Estas ideas internas moldean creencias, confianza y limitaciones. Las experiencias y el significado que les otorgamos generan percepciones que influyen en las decisiones.
Una pregunta fundamental es: ¿qué narrativa nos estamos contando? Esta historia interna influye de manera profunda en las decisiones y en el desarrollo personal. En muchos casos, surge de experiencias pasadas que hemos vivido y de cómo hemos interpretado el éxito o el fracaso.
Algunas personas, por ejemplo, padecen el síndrome del impostor, creyendo que sus logros son producto del azar y temen ser “descubiertos”. Otros consideran que son parte de una “dinastía” de éxito, mientras algunos asumen que provienen de una “cultura del esfuerzo”, donde cada logro implica sacrificio. Estas narrativas, sean reales o no, a veces ofrecen protección al fomentar cautela frente a los riesgos, pero también limitan la capacidad de innovar y aprovechar nuevas oportunidades.
El coaching ejecutivo brinda a los líderes la oportunidad de identificar y reformular estas narrativas personales, desafiando creencias que actúan como barreras al crecimiento. Este proceso comienza con el reconocimiento de las historias internas y la evaluación de su veracidad y utilidad.
A menudo, muchas de las historias que asumimos como propias provienen de fuentes distintas a nuestras vivencias directas. Con frecuencia heredamos relatos de generaciones anteriores o de la cultura organizacional en la que nos hemos formado, internalizándolos sin cuestionarlos. Al valorar estas narrativas, surge una mayor claridad sobre valores y objetivos auténticos.
El lenguaje que empleamos para describirnos y narrar nuestras experiencias también juega un papel clave. Expresiones como “siempre soy…” o “nunca puedo…” revelan creencias profundas que condicionan la autoimagen y las decisiones. Es importante matizar estas posiciones; por ejemplo, en lugar de afirmar “nunca soy bueno en esto”, es mejor decir: “estoy aprendiendo y mejorando en esto”. Este ajuste sutil abre nuevas perspectivas y posibilidades, permitiendo un crecimiento personal.
Una vez identificadas las historias personales, resulta esencial confrontarlas y replantearlas. Un ejercicio útil consiste en cuestionar: “¿Qué pasaría si esta suposición fuera falsa?” Esta pregunta tan simple abre una nueva gama de perspectivas y posibles soluciones a los desafíos que enfrenta un líder en su camino.
Además de examinar las historias del pasado, es valioso que los líderes construyan nuevas narrativas que proyecten una versión de sí mismos alineada con sus aspiraciones futuras. En este proceso, la imaginación se vuelve una herramienta esencial. Este ejercicio facilita ensayar y proyectar en escenarios futuros donde los líderes toman decisiones más ambiciosas y exploran la innovación con mayor libertad.
El trabajo de reescribir las historias personales debe ir acompañado de un monitoreo constante para evaluar cómo afectan las acciones diarias y revisar si los cambios deseados están ocurriendo.
Las historias personales que nos contamos actúan tanto como anclas como alas. Al tomar conciencia de las narrativas internas y explorar su influencia en decisiones y acciones diarias, podemos abrirnos a una transformación significativa. El coaching ejecutivo ofrece una oportunidad invaluable para cuestionar, redefinir y construir historias que potencien el liderazgo, orientándonos hacia una vida profesional y personal más plena y alineada con los valores propios.
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