Fuera de la Caja

Atrapados sin salida

Atrapados sin salida: las rupturas de los socios comerciales aceleran el proceso hacia una recesión. Las grietas en el gobierno aumentan la presión para cumplir promesas.

En 2022, Grupo Planeta me publicó un libro que se tituló México en el precipicio. En él, revisaba las grandes obras del gobierno anterior, su ‘política social', y concluía que estábamos ya en una crisis fiscal. Aunque se publicó en agosto, el libro se terminó en abril de ese año, y muchas personas no coincidieron entonces con las conclusiones. No aceptaban que Dos Bocas costaría 25 mil millones de dólares y no los ocho prometidos, y que el Tren Maya podría alcanzar el doble de eso. Mucho menos se convencían de que el déficit fiscal alcanzaría 6 por ciento del PIB para 2024 y no habría forma de detenerlo.

Bueno, ya todo eso se ha confirmado, salvo la última frase. Hacienda ha presupuestado un déficit menor para 2025, y quienes en 2022 dudaban de la crisis fiscal, hoy están esperanzados en que Hacienda esté en lo correcto. No hay manera.

Como ya comentamos, para prometer esa reducción del déficit, Hacienda supone un crecimiento económico para este año, y el próximo, que nadie más espera: 2.2 por ciento. Ya en éste eso se ve imposible. Los especialistas apuntan a 1.5 y 1 por ciento, respectivamente, y Banco de México, 1.8 y 1.2 por ciento. Los datos más recientes creo que señalan algo peor: el consumo a duras penas superó un crecimiento anual de 1 por ciento y la inversión ya en terreno negativo. Datos a septiembre.

El empleo formal, publicado ayer, muestra un crecimiento anual de 1 por ciento (en noviembre), que uno podría pensar que no es mal dato, hasta que se da cuenta de que una vez llegado a ese punto, lo que sigue es una recesión. Nunca ha ocurrido que una desaceleración de ese tamaño se detenga antes de atravesar por un año de contracción. El incremento anunciado al salario mínimo ayudará a la caída.

Mientras que los ingresos del gobierno dependen mucho del crecimiento de la economía, los gastos tienen otra dinámica. Pensiones y compra de votos no pueden detenerse, y el costo financiero tampoco. Este último podría incluso ser mayor al presupuestado si, como hay señales, el Banco de México tiene que frenar un poco las reducciones en tasa de interés. En lo demás, el gobierno prácticamente no gasta ya: ha destruido el sistema de salud, ahora va sobre los institutos nacionales (que eran un orgullo), presupuestaron reducción en seguridad y educación.

Podrían, claro, dejar de tirar dinero en trenecitos y en rescatar a Pemex, aunque esto último no puede detenerse por completo: la deuda oculta, y las obligaciones explícitas, se tienen que pagar. Si dejaran de refinar en México, algo podríamos rescatar.

Pero no lo harán. Es lo que demuestra el libro. En ese momento la idea de crisis fiscal no era creíble para muchos, porque no había todavía problemas, y creían que habría racionalidad en el gobierno. Para mí, era claro que no sería así, y por eso podía pronosticar lo que finalmente ocurrió. A pesar de lo absurdo de los elefantes blancos, seguirían con ello. A pesar de que la compra de votos era incosteable, su permanencia en el poder dependía de ello. A pesar de que hundían el país, no se detendrían. El objetivo siempre fue otro: quedarse con todo.

El abuso y la incompetencia, sin embargo, los ha colocado en un punto inmanejable. Cumplir sus promesas y con ello asegurarse el poder les obliga a gastar lo que no hay. Al hacerlo, detienen la economía (salarios, tasas) e incrementan las preocupaciones (tasas, tipo de cambio). Ahora quieren envolverse en la bandera para tener su chivo expiatorio, con lo que pueden convertir la recesión de 2025 en una franca depresión. Las rupturas de los socios aceleran el proceso. Las grietas en el edificio aumentan la presión para cumplir promesas. Si hay un círculo vicioso, literal, es éste. Atrapados sin salida.

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